Los cambios que queremos sucederán si es que somos capaces de asumir mayor protagonismo en la vida pública. Proponemos algunas acciones.
Agradecer. A todas las personas que participaron en la jornada electoral en los distintos servicios dentro de las casillas. Son nuestros vecinos, nuestros amigos y conocidos. Socializar la gratitud como cualidad cívica.
Evaluar(nos). ¿Cómo quedamos después de tanta estridencia? Quizá quedamos más confrontados, más polarizados.
Si queremos reducir los niveles de violencia en nuestra convivencia y aspiramos a mejorar nuestra democracia, necesitamos aprender a pensar diferente sin agredirnos.
Ocuparnos. Los problemas de escasez de agua, la calidad del transporte colectivo y los servicios de salud pública demandan que nos ocupemos. Hacerse cargo de la realidad es un signo inequívoco de una sociedad que cuenta con una democracia madura.
Organizarnos. Si algo nos enseñan los colectivos de víctimas de la violencia es que los esfuerzos individuales tienen menos alcance que los trabajos colectivos.
Organizarse para construir un tipo de cohesión social que mejore nuestra calidad de vida.
Encontrarnos. Tenemos que encontrarnos con los funcionarios públicos que fueron electos -de cualquier partido político- para construir una agenda de gobierno.
El desafío es doble, por un lado, que quienes fueron electos tengan la apertura personal e institucional para gestionar las propuestas ciudadanas, por otro lado, los votantes debemos de formarnos en la práctica cotidiana de la gobernanza.
En conclusión, después de la jornada electoral sigue la vida democrática. Por medio del voto activamos un mecanismo de rendición de cuentas efectivo pero al mismo tiempo limitado.
Las democracias sólidas no se pueden construir sin la participación vigorosa de la ciudadanía.
*Director de Hacer las Paces
Twitter: @davidpod
