Es oficial la llegada de Oribe Peralta a las Chivas Rayadas, otra transferencia que molesta a los aficionados al futbol pero que beneficia al jugador lagunero.
‘El Cepillo’ es un ejemplo de que en el futbol primero es el negocio y después es la pasión.
El lagunero tomó la decisión hace cinco años de abandonar al “equipo de sus amores” que era Santos Laguna para irse a mejor vida. Voló por propia voluntad porque quería ganar más y tener una calidad distinta de vida.
En aquel momento los seguidores santistas se sintieron dolidos, pero entendieron que Peralta quería asegurar el futuro de su familia.
Cuando ‘El Hermoso’ llegó a las Águilas del América todo cambió para él, su fortuna, su fama y hasta su cara. Oribe se transformó en un “rockstar” en todos los sentidos. La Ciudad de México lo hizo tunear todo lo que tenía y hasta de sus Guerreros se olvidó.
Ahora Peralta se va al enemigo número uno de los azulcremas: El Rebaño Sagrado.
Es claro que Oribe está pensado en él y su familia, que, por supuesto es una decisión correcta, pero una vez más los hinchas de este deporte se dan cuenta que los ídolos desaparecen cuando el dinero los abraza.
Otra vez los aficionados se quitan la venda de los ojos sobre el concepto erróneo que tiene de los futbolistas profesionales.
La gente deberá comprender que los jugadores son seres humanos comunes y corrientes que toman determinaciones para su conveniencia personal como cualquier persona.
Que Oribe Peralta sirva para que los seguidores se divorcien de los futbolistas y se casen mejor con los clubes. Su amor debe ser entregado a la playera y no a quien la viste por esos solo traerán decepciones de una u otra manera.
Felicidades al lagunero y en hora buena para él y su familia. Su retiro del futbol está cerca y tendremos que disfrutar sus últimos torneos.