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Feliz Navidad

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  • Cuauhtémoc Carmona Álvarez

Hoy los cristianos de todo el mundo celebramos la festividad de la natividad de Jesús. 

Un espacio y tiempo donde el Papa Francisco nos hace un llamado: “Navidad no es consumismo, es compartir con quien no tiene”. En un sentido evangélico este llamado es irrefutable.

Sin embargo, en tiempos de consumismo y donde el materialismo se impone como la moda de los avaros, narcisistas y creídos la navidad se convierte en la recreación de ambientes efímeros y artificiales para festejar sin sentido una fiesta que ha perdido su significado especial.

Jesús nació y murió pobre, despojado de todo, ligero de equipaje y lo queremos llenar de excentricidades, lujo y exhibicionismo. 

Con maletas Luis Vuitton o Carolina Herrera.

Navidad para cristianos o ateos debe significar nacer y gestar en la generosidad, los valores, el amor, la paz. 

Y como dice el Papa en compartir. Contrario a esto está el odio, la imbecilidad, el egoísmo y todo aquello que denigra al ser porque basa su esencia en el tener y no en el ser.

Adentro de cada cuerpo habita un alma que se personifica en cada uno/nosotros desarrollando una personalidad con un carácter y temperamento irrepetible y único que cada vez se aleja más de los valores, la ética y la moral. 

Y seguimos volviéndonos legiones de idiotas parafraseando a Humberto Eco sobre la irrupción acelerada de la contaminación en las redes sociales.

El mercado ha definido por mucho la festividad de la navidad donde le otorga más importancia a la forma y no al fondo. Pocos preguntan: ¿cómo vas a nacer o renacer? O ¿Qué anidas en el alma o espíritu para el próximo año?

Sobran las preguntas ramplonas como: ¿Qué cenaron? O ¿Qué te regalaron?, y un sin número de preguntas que algunas no tienen respuesta cuando hay pobreza material la cual no define la festividad. 

Para quienes no tuvieron nada que festejar ayer el día terminó mal, como los domingos de Joaquín Sabina.

A la reflexión que deseo llegar es que la palabra felicidad consustancial a “feliz” también está en crisis. 

El tipo de felicidad que nos han vendido está ligada a los estados anímicos impuestos por el materialismo sin excepción (sin mínimos o máximos), y esto lo debemos revertir llenando las necesidades básicas que no se basan en el materialismo sino en la felicidad invisible. 

En el equilibrio del ser despojado de ansiedades y estados neuróticos.

Ese equilibrio que los griegos definieron como “homeostasis” donde todas las partes de un todo están en equilibrio y de forma estable nos abre la puerta a reflexionar sobre la transcendencia y objetividad para preguntarnos quiénes somos y qué necesitamos para estar felices, contentos, alegres y con salud (incluyendo la mental), donde la dependencia y adicción a las redes sociales nos están colocando en nuevas “subnormalidades” sociales.

Que la fiesta de la navidad nos abra la oportunidad de transitar de lo profano a lo sagrado sin milagros o magia (solo tomando conciencia que es tiempo de re-nacer en tiempos aciagos), es el regalo más importante. 

Tomar conciencia que no podemos seguir por el mismo rumbo.

Cada uno sabe los cambios, transformaciones o renacimientos que tiene que emprender y llevar a cabo para contribuir con una sociedad más justa e igualitaria.

Para terminar, citando a E. Durkheim en su espléndido texto: Las formas elementales de la vida religiosa apunta: 

“El hombre no puede acercarse íntimamente a su dios, cuando lleva aún sobre si las marcas de su vida profana”. 

Que lo sagrado y místico de este tiempo nos acerque a la felicidad de compartir el amor, la paz y la generosidad que no se vende o compra en ningún lado.

¡Feliz Navidad!


@cuautecarmona

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