En Guatemala y México cuando crucé
dos veces me salvé me hicieran prisionero.
El mismo idioma y el color, reflexionen,
¿cómo es posible que me llamen extranjero?
Los Tigres del norte
A la Caravana Migrante
Yo soy hijo de migrantes, hermano de migrantes, sobrino, nieto, amigo y estoy orgulloso de serlo, nunca lo he escondido y no me parece motivo de vergüenza ni mucho menos de burla. La migración está en los genes, todos tenemos a alguien que ha buscado un mejor futuro en otro lugar.
Recuerdo que cuando mi padre intentó cruzar hacia los Estados Unidos como espalda mojada —ahora lo hace de manera legal—, mi madre me pidió me quedara con ella para no dormir sola las primeras noches —imposible saber cuántas serían—, yo tenía 11 años. Casi todas aquellas noches escuché sollozar a mi madre, acostada junto a mí, preocupada y creyéndome dormido.
¿Qué orilló a mi padre a migrar?, ¿qué orilla al ser humano a migrar? Los casos y causas son tantas como los mismos migrantes, pero en todos hay algo que los distingue indudablemente: huevos.
Los miles de sueños que salieron de Honduras el pasado 13 de octubre y todos los que se unieron después tienen eso en común: huevos. Son personas con coraje y determinación, y, lastimadamente, también comparten la pobreza, violencia y la desesperación de no ver un futuro en su tierra para sus hijos.
El llamado Triángulo Norte de Centroamérica —Guatemala, El Salvador y Honduras— es una zona golpeada, desgastada y llevada al límite. La Caravana Migrante es una respuesta a golpes de estado, dictaduras, represión, malas políticas y la explotación, que ha terminado por cansar a los pueblos.
La Caravana también ha quitado algunas vendas de los ojos.
La primera, descubrió que nadie ha ayudado a los centroamericanos, las organizaciones internacionales no han hecho su trabajo en esa zona del mundo, y, en ese sentido, es curioso que los Estados Unidos no quieran recibir a los migrantes cuando ha sido el gobierno estadounidense, en gran medida, el causante de esta crisis; la pobreza y la violencia en la zona es producto de varias intromisiones en los gobiernos de estos países.
La Caravana Migrante también nos ha ayudado a confirmar lo que ya sabíamos los mexicanos, nos hizo quitarnos la máscara de víctimas —en otro texto mencioné que los mexicanos siempre somos las víctimas, para nosotros nunca somos los victimarios, lo cual es una tremenda falacia— y mostramos el monstruo de colmillos grandes y envenenados llamados xenofobia y racismo.
En las redes sociales surgieron comentarios desagradables y engañosos sobre la Caravana, y no sé a usted, pero a mí me resulta increíble que en uno de los países con mayor número de migrantes en el mundo y conformado de migrantes, como es México, haya este odio hacia los Hondureños y otros hermanos que buscan una vida mejor.
No es el primer caso que México demuestra algo así, está la matanza de los chinos en Torreón a principios del siglo pasado, la persecución violenta en León también de otros asiáticos hace unos años, el desplazamiento de la comunidad negra en el país y ni hablar de los indígenas. Parece que solo se recibió con las puertas abiertas a españoles y otras comunidades europeas, y no crea que esto es contra ellas, esto es contra la hipocresía que se traga en este país.
Como dijo José Emilio Pacheco: No amo a mi patria/su fulgor abstracto/es inasible.
Lo comparto, hace tiempo que ya no amo a mi patria, pero, para este caso y a manera de respuesta a las acciones del gobierno mexicano para con los migrantes centroamericanos, las palabras de Efraín Huerta son más precisas: Y no hay respuesta nunca para nadie/porque todo se ha hundido en un dorado mar de dólares/y la patria deja de serlo/y la gente sueña en conjuras y conspiraciones/y la verdad es un sepulcro.
Va mi apoyo incondicional para la Caravana Migrante, va mi apoyo para todos los que haremos algo por ayudar, va mi apoyo para los que pueden tener un poco de empatía con el otro. Sigan caminando, sigan buscando algo mejor y marchen con la frente en alto. Aquí estamos de pie.