La calidad educativa es un concepto que se escucha o se lee frecuentemente y forma parte de políticas educativas, objetivos, estrategias y tareas que tanto el gobierno como las instituciones públicas y privadas de todos los niveles incluyen en su quehacer operativo.
La definición del término, sin embargo, sí muestra algunas variantes que obedecen principalmente al contexto histórico de los sistemas educativos, el entorno sociopolítico y económico de los países y, sin duda, a las necesidades y expectativas de los usuarios (estudiantes y padres de familia).
Lo anterior demuestra que la calidad educativa es un proceso dinámico, que necesariamente debe asegurar la formación integral, la adquisición de distintas competencias que demanda no sólo el mercado laboral sino el desarrollo social y económico de un mundo globalizado.
La calidad no es un concepto absoluto, sino que implica una búsqueda permanente de la mejora continua precisamente para conservar su relevancia y pertinencia con el contexto en el que se desenvuelve.
Esta calidad está integrada de distintos componentes, susceptibles de evaluación y mejora.
Desde hace varios años se cuenta con metodologías y modelos para realizar mediciones de estos componentes, efectuadas por organismos nacionales e internacionales con base en un conjunto de criterios, indicadores y estándares de pertinencia y calidad.
La naturaleza de esta evaluación es, primeramente, que la institución educativa efectúe un autodiagnóstico que revele la condición actual de sus procesos académicos y administrativos así como la factibilidad para lograr una acreditación.
Es importante resaltar que esta acreditación no es un fin en sí mismo, sino un medio, ya que no debemos olvidar que la calidad es un proceso dinámico y que la mejora continua debe funcionar como un ciclo sistémico y sistemático que involucre a todos los actores de la comunidad educativa: estudiantes, docentes, colaboradores, gobierno y sociedad.
La educación y formación de las nuevas generaciones es, sin duda, un reto al que toda institución educativa debe contribuir con un compromiso tangible para la mejora continua.
