En el siglo XVI aparecieron en Francia “los gritos”: representaciones gráficas de los personajes que circularon en las ciudades para ofrecer sus servicios y mercancías.
Georges Kastner escribió en 1857 “Les voix de Paris” en donde escribió un ensayo sobre cómo las ciudades se expresan a través de lenguaje y movimiento de quienes circulan en ella.
Imágenes de los personajes y costumbres de la vida citadina de nuestro país las podemos observar en la obra “Trajes civiles, militares y religiosos de México” del italiano Claudio Linati y publicada en 1828, y aunque la obra no fue bien recibida por la sociedad mexicana debido a la visión crítica hacia la iglesia y al señalamiento de los vicios de la época, Linati dejó en sus grabados testimonio de sus habilidades artísticas y de la observación cuidadosa alrededor del colorido y textura de las indumentarias que se utilizaban.
Estas obras antecedieron a las que ahora son conocidas como del género “tipos populares” que iniciaron en 1838 en Londres con la obra “Heads of the People o Portraits of the English”, cuando imperó la tendencia al orden taxonómico de catalogar y describir particularidades para detallar la esencia de los personajes.
Debido al éxito comercial que tuvo esta publicación se adaptó en Nápoles, Madrid, Bolonia y París, lugar, este último, donde bautizaron este trabajo como “Los franceses pintados por sí mismos” con la idea de aclarar que las obras presentan la visión de los propios nacionales en la tipificación de casos y personas.
En 1854 se publicó la obra correspondiente de nuestro país, “Los mexicanos pintados por sí mismos”, con litografías realizadas por Campillo e Hiriarte y textos de varios autores; allí, algunos de los personajes que podemos observar son el aguador, el cochero, la costurera, el poetastro, el músico de cuerda, la chiera, el cómico de la lengua, el sereno, la china, el evangelista y la partera, y con la aparición de la fotografía en 1876, Antioco Cruces y Luis Campa crearon la serie fotográfica de los “tipos mexicanos” con la que participaron en la Exposición Internacional de Filadelfia.
Ambas iniciativas consolidaron el proyecto visual dentro de esta tendencia costumbrista europea para consolidar la definición necesaria de la nacionalidad mexicana para quienes ya no eran ni aztecas ni españoles.
En las ciudades actuales y quienes ahora las habitamos nos expresamos y movemos de manera distinta a la del siglo XIX, lo que amerita la actualización de nuestros tipos pintados por nosotros mismos.