En alguna de las anteriores contribuciones mencionaba que la decencia debería de ser el tamiz por el cual el ejercicio de la política se debería de reivindicar a los ojos y al juicio de los ciudadanos, y que este valor, casi en desuso en los discursos, no era de ninguna forma la aduana por la que únicamente deberían de transitar aquellos que se dedican a este noble y necesario oficio, sino que la esencia y el ejercicio de este valor es completamente exigible a todo aquel que vive en comunidad, o sea, a todos los ciudadanos; o usando el termino de moda, el pueblo, así sencillo, sin ningún adjetivo.
Yo aprendí la esencia de la decencia en mi familia nuclear y la ampliada, que junto con el trabajo me forjaron a ser quien soy, y sin saberlo, el abuelo contribuyó sustancialmente poniéndome a hacer… “cucuruchos”, pero esa es otra historia que en algún momento compartiré. Es en esos tiernos años en los que la decencia se reproduce y permanece a lo largo de nuestra vida, en la que los amiguitos, los compañeros de trabajo, el lugar en el que habitamos, los dilemas a los que nos enfrentamos, fortalecen o debilitan el ejercicio congruente de este valor.
Hoy quiero compartir la experiencia en mi caminar en el servicio público, y justo ahí es donde me han preguntado ¿cómo se practica la decencia en actividades que a veces se podrían ubicar como de “alto riesgo”?, sencillo, respondo: siendo cien por ciento honesto. No sé si ustedes tienen una percepción distinta, pero es un concepto que está dejando de tener uso corriente, ha sido sustituido por otros, o incluso por un eufemismo que exculpa las razones de su cumplimiento, de su ejercicio público sin embalajes.
Sin embargo, la decencia es clara y certera, no permite concesiones y mucho menos claudicación, la decencia es actuar según lo que sabes que está bien, aunque nadie te esté mirando. Todo aquello que damos y hacemos por otros y nos hace sentir bien, ¿Acaso es muy complicado ser cien por ciento honesto?
¿Actuar con honestidad, cumplir tus promesas, y explicar con paciencia y honor cuando no las puedas hacer? ¡Vamos! hasta tirar la basura en el lugar correcto. ¿Es mucho pedir?, mi respuesta es ¡No! Yo lo vi, lo hicimos cientos, lo hicimos todos.