No lo quiso llamar pacto, sino compromiso.
Marcelo Ebrard se sentó un par de veces con Claudia Sheinbaum e hizo lo que todo mundo sabía que iba a hacer desde hace varios meses: aceptar su derrota en la carrera por la candidatura de Morena, quedarse en el partido y tratar de colocar a algunos de sus cercanos en los miles de lugares que las boletas contendrán en 2024 en lo federal y local. Ya está.
A tragar algunos sapos y seguir sonriendo aunque las cosas por lo pronto, para él, no está muy claro qué tan bien están.
Habrá que reconocer que por lo menos en la conferencia de prensa de ayer lanzó dardos contra dos personajes que importan en la operación de la 4T e importaron en la operación contra él: Mario Delgado y Jesús Ramírez, con esas no se quedó.
El problema hacia el futuro es la nueva ilusión o las nuevas ilusiones. Un flojito documento de Morena sin consecuencia ninguna y dos reuniones con Claudia no parecen suficientes para algunas de las cosas que se escucharon ayer en la conferencia de prensa.
Dijo Marcelo que no pierde la esperanza de ser presidente de México (suerte con esa) y que su grupo seguirá junto y en el partido porque, según él, su gran triunfo en estos meses fue que se aceptara en Morena que algunos de ellos piensan diferente, tienen otras ideas.
Así lo explicó Marcelo: “Es un entendimiento, entonces, sobre una línea política distinta. ¿Basada en qué? La diferencia. Se puede hablar, se puede decir lo que se piensa, se puede luchar por ello. Y podemos formar parte como es debido de una coalición de fuerzas, no de una uniformidad sometida. Que nuestro partido no se convierta en un partido de Estado jamás”.
¿Un partido de tribus? ¿En serio? ¿Ese es el compromiso? ¿O así lo entendió él?
¿Querrá Claudia arrancar la campaña y, si gana, la Presidencia con un grupo que no comparte sus ideas, como se vio claro en la competencia del verano?
Escribí ayer refiriéndome al caso de Omar García Harfuch que la política es cabrona. Marcelo lleva un rato sufriéndolo. Pero así es la cosa. A veces es mejor bajar la cortina antes de que venga el siguiente golpe.
