Según el último censo de Estados Unidos en 2020, tres de cada diez de sus habitantes son mexicanos o tienen herencia mexicana, abuelos, padres, tíos. Alrededor de ocho millones de personas. Solo el estado de California tiene una proporción mayor.
En Texas, 37 por ciento de la fuerza de trabajo son lo que califican como “hispanos”, de los cuales, en ese estado, los mexicanos son poco más de 85 por ciento. Solo en Arizona se supera ese porcentaje.
Texas había sido gobernado casi exclusivamente por demócratas desde mediados del siglo pasado hasta 1995, que los texanos han votado siempre por un gobernador republicano.
En la última elección presidencial, Donald Trump fue capaz de voltear una decena de condados tradicionalmente demócratas a su favor, algunos de ellos cercanos a la frontera mexicana y con candidatos con herencia mexicana.
Ninguno de los gobernadores republicanos que lo precedieron están tan a la derecha como Greg Abbott, titular del Ejecutivo estatal desde 2015. En contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, en contra, por supuesto, del aborto, en contra de la separación de iglesia y Estado; gran promotor del libre comercio y portación de armas de cualquier tipo y, por supuesto, enemigo furioso de los migrantes.
Frente a la posible crisis en la frontera de Texas con México de estos días, a partir del fin del Título 42, y la concentración de migrantes que se dicen listos para cruzar, Abbott ha movilizado a cientos de miembros de la Guardia Estatal y policías a la frontera para detener a migrantes. Abbott es de los gobernadores que sube a migrantes a camiones para dejarlos en ciudades de otros estados gobernados por demócratas para, según él, darles una lección.
Abbott, sin embargo, tiene un problema legal: los estados no están facultados para hacer cumplir la ley migratoria, que es federal.
Por eso ha empujado en el Congreso texano iniciativas que hagan delito estatal pasar la frontera sin documentos para que su fuerza policiaca pueda detener y deportar.
En 2018, cuando compitió para reelegirse, Abbott ganó con 55 por ciento de los votos en contra de Lupe Valdez, mexicoamericana que ganó 42 por ciento del voto. Abbott, por cierto, ganó 47 por ciento del voto “hispano”.
Según el seguimiento mensual de la Universidad de Texas, Abbott tiene 46 por ciento de aprobación contra 41 por ciento de desaprobación. En ese estado lleno de mexicoamericanos ese es el enigma.