Un hombre robó una vaca, la mató y se la comió. El dueño de la vaca lo acusó ante un juez que le sugirió que se olvidara de la vaca, pero el dueño insistió. El juez hizo una investigación y descubrió que el dueño de la vaca le había robado todos sus bienes al padre del que robó la vaca y, en consecuencia, lo mandó a la horca y le restituyó los bienes al hombre que había robado la vaca.
Esta historia de Rumi está relacionada con la querella que Jorge Souza hace al gobierno del Estado en relación con las publicaciones.
En los años 70 había un presupuesto para publicar a los poetas jóvenes de ese tiempo; los asesores del Jefe del Departamento de Bellas Artes, así se llamaba antes la Secretaría de Cultura, le aconsejaron el desvío de ese dinero para obras reconocidas de autores jaliscienses, no escandalosas. Y así lo hizo.
Esta tendencia de reeditar a los autores reconocidos, famosos, no escandalosos, se ha mantenido en el gobierno del Estado desde esas fechas hasta el sexenio pasado, pues todos los que han ocupado el puesto de editores o encargados de publicaciones son meros burócratas culturales, que solo miran al pasado.
Por otra parte, el Estado ha hecho muchas co-ediciones de escritores jóvenes, propuestas principalmente por dos brókers de un grupo de versificadores estandarizados que mantienen la línea del “tema libre en Arial de 12 puntos a doble espacio”.
Porque, ¿qué más puede editar el Estado que no sean Arreola, Gutiérrez Vega o Del Paso, cuyas obras ya están requete publicadas? ¿O la obra de los versificadores que manejan los brókers literarios reconocidos en palacio de gobierno? ¿O esas obras fastuosas que solamente circulan entre la elite del poder?
Que hay muchos “poetas” faltos de edición, es cierto; pero esa falta se ha suplido con las editoriales independientes y las cartoneras, ediciones propiamente de autor bajo un sello editorial a modo.
Así que profesionalizar la cultura resulta absurdo, pues la libertad de imaginación es un asunto personal, aunque psicólogos pragmáticos y cognoscitivos buscan la manera de hacerla social para poder manipularla.
No hace falta decir que el Estado actual solo busca controlar a las personas a través de lo que hacen con la técnica de la Rana hervida.
Y, finalmente, si el Estado no publica es bueno, puesto que deja un vacío editorial que deberían aprovechar los aspirantes a editores, aunque tengan que jugarse el riesgo de perder su dinero editando basura literaria a cambio de ganar una pequeña comisión por sus servicios.