Cultura

La Saudade de Lidia Jorge

En su discurso de recepción del Premio FIL 2020, Lidia Jorge nos habla de una esperanza hamárquica, un error terrible, trágico, que la ubica en una posición endeble ante la literatura, quizás como un truco, como una pose propia de quien se siente superior, pero no puede y no debe expresarlo.

La saudade es atrabilaria y no desaparece porque es condición de quienes viven de una manera y quisieran vivir de otra.

Lidia Jorge nos pone, como ejemplo de la vida, no de la literatura, a una mujer analfabeta que recitaba poemas del mester de juglaría que, como ocurre en toda la literatura oral, se modifica cada vez que se repite, pues la memoria varía con el tiempo.

Es cierto que la academia y la industria editorial han fijado como cartabón el estilo de los géneros literarios para modelar en consecuencia la mentalidad de los lectores, y por ello Lidia Jorge postula a esta poetisa analfabeta como modelo de la expresión literaria.

Desde allí hay un equívoco, pues no es lo mismo crear que interpretar, componer que recitar.

Toda la novela nueva tiene un mismo estilo y no hay creatividad en él, sino la invarianza de una expresión hierática que se mantiene para que el lector reconozca y no se pierda: hay una pedagogía oculta en ese estilo de la novela nueva.

Sólo la literatura oral es creativa, pero no confundir con la literatura escrita que se lee en voz alta: no es lo mismo.

María Concepción no sabía leer y menos escribir, pero su memoria y su imaginación volaban libres como halcones, porque la poetisa tenía alas fuertes y una memoria fecunda; por eso, el resto del discurso de la señora Jorge nos da en la cara con su pretensión burguesa, mercantil, de descalificar, falacia ad hominem, a quien con el solo empleo de su memoria hace lo que jamás haría un escritor de academia.

María Concepción no necesitaba, como quiere Jorge, leer, ni libros, ni bibliotecas, menos tableta o teléfono inteligente, o redes sociales, para ser lo que era, una poetisa juglaresca, y realmente se hubiera muerto si hubiera aprendido a leer y a utilizar esos chunches.

Pensar en todo lo que hubiera podido hacer si hubiera sabido leer pone al escritor de cara a la pared y deja a la literatura vacía de sentido, tal y como la han dejado ya todos los escritores sostenidos por esa industria editorial ambiciosa y cuadrada.

Lidia Jorge muestra saudade por esa condición de analfabeta de María Encarnación al mismo tiempo que la desdeña pues sabe que sin esos programas entramados en la internet quizás no sería escritora reconocida es actualmente.

Puede ser ofensivo decirlo, pero allí está en su discurso, cuando se pregunta hasta dónde hubiera podido llegar esta analfabeta si se hubiera alfabetizado.

La respuesta es sencilla, aunque en el marco de la Feria Internacional del Libro sea inaceptable, pues si María Concepción hubiera aprendido a leer nunca les hubiera recitado o cantado esos poemas que la inspiraron y no hubiera obtenido todos esos premios que hoy la distinguen, pues metida en los libros no hubiera compartido ese saber que le inspirara, porque la autora del discurso olvida que la poesía se funda en el compartir, no en la venta.

En conclusión, su discurso nos habla de la futilidad de la literatura modernizada por los medios electrónicos, de la imaginación creciente que existe en la ignorancia y el deseo latente de acabar con ella para estandarizar la literatura, para mantener una literatura zombie en la que la industria editorial los ha incrustado.

Es tiempo de reflexión ante este callejón sin salida en el que la economía de mercado ha metido a los escritores que viven de ella en un mundo sin conciencia crítica.

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Carlos Prospero
  • Carlos Prospero
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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