Baudelaire, admirado por el contenido de sus poemas, fue relegado por la forma de los mismos. En cambio, Rimbaud fue celebrado por la forma libre de los suyos. Sin embargo, al fin de cuentas, la forma es el estilo de un escritor.
Si los contenidos han sido los mismos a través de los siglos, sólo el estilo, la manera de decir lo que se quiere decir, distingue a un poeta de otro.
Pero, ¿de dónde resulta el estilo?
El estilo es la expresión de la visión del mundo del autor de un texto, que se sustenta en una creencia básica y que responde a la pregunta ¿qué es primero, el ser o el pensar?
La respuesta que da cada quien da base a su visión del mundo y conforma su estilo de vida, su modo de percibir, sentir, pensar y actuar.
Hay una lucha constante entre estas dos posiciones, un enfrentamiento que ha dividido al mundo en materialistas e idealistas.
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Baudelaire era materialista, veía el mundo como un lugar en el que todo era una lucha constante; en ese campo de batalla esas fuerzas poderosas se imponen unas a otras en una lucha eterna.
Rimbaud era idealista, rechazaba todo lo existente, incluso a sí mismo, en un escenario en el que lo único que tenía importancia era la voluntad humana haciendo y deshaciendo su circunstancia.
El mundo de ambos poetas era un mundo cerrado.
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La respuesta a la pregunta primordial no es siempre consciente; se define por la educación familiar y se expresa a través de los actos y del lenguaje. Muchas veces llega a la conciencia luego de años de confrontación entre la persona y el mundo y devela lo que se es esencialmente, porque el hombre y la mujer son seres indivisibles.
Pero, entonces, ¿cómo podemos dividir, entonces, un texto en fondo y forma.
Tal división, como lo hemos advertido, obedece al aspecto teórico del receptor del texto.
El autor no piensa en tal división, porque no prepara, como proponen los profesores y los facilitadores de talleres literarios, de manera consciente. Tal planeación ocurre en la memoria de acuerdo a un “programa” que el autor tiene, denominada inspiración.
La planeación para escribir es un truco de inútiles que desean robotizar el proceso de la imaginación, restando la libertad del autor e inhibiendo su facultad innata para imaginar mundos paralelos a nuestra realidad.
La recepción de un texto pretende revertir el orden de las cosas e imponer su visión de cómo escribir, que no es otra cosa que confundir el rábano con las hojas.