Cultura

Indefensión aprendida

El experimento consiste en poner un plato de comida suculenta frente al ratón que, para tomarla, tiene que meter la mano por un agujero que tiene unos electrodos; si los toca, recibe una fuerte descarga eléctrica. Después, frente a una situación semejante, sin electrodos, el ratón ya no intenta tomar la comida pues sabe lo que le espera.

Aplicado al ser humano, pasa lo mismo: una persona sufre un robo, interpone la denuncia, la ratifica, pasan varios meses y no tiene respuesta. Todas las personas que sufren un descalabro semejante reciben el mismo trato, y esto se socializa como chisme.

Un ladrón tumbador le arrebata el celular a una joven. Interviene la policía, lo detiene, lo remite a los separos y en 24 horas está libre porque este tipo de hurto es un delito menor.

El ciudadano, al ver que no es posible obtener una respuesta positiva a sus peticiones frente al Estado, como el ratón del experimento, deja de actuar y prefiere sufrir las consecuencias, pues por lo menos no perderá su tiempo que le significa dinero y bienestar.

De esta manera, los gobernantes han zanjado su relación con la ciudadanía y ésta pierde la confianza en el Estado.

Este divorcio se solucionó mediante una relación convenida (“pervertida”, dirían los moralistas), económica: la dádiva como la forma clásica de esta relación.

Este tipo de relación fue normal por muchos años hasta que a un sociólogo se le ocurrió calificarla con el adjetivo moral de “corrupción”. Una vez aceptada como práctica inmoral, se inició una interminable “cacería de brujas” para descubrir a sus practicantes, pero ésta estaba presente en todos los estratos sociales.

La ciudadanía quiso evitar en lo posible el ejercicio de la dádiva para los servidores públicos, pero no lo hizo en los impuestos ni en las propinas a los meseros ni en las mermas (como en la venta de gasolina).

Ante su impotencia, la ciudadanía decidió, de manera no consciente, crear una serie de defensas psicológicas para no sentirse tan ofendida por esas situaciones de indefensión cotidiana provocada por los que gobiernan la sociedad.

Las racionalizaciones son pensamientos y acciones que justifican lo que la persona hace o deja de hacer, para no sentirse moralmente mal. De esa manera aprendió a canalizar sus frustraciones y a eso se le conoce como “Indefensión aprendida”, una estructura de percepción, emoción, pensamiento y conducta adoptada ante los continuos fracasos en la relación individuo-Estado, en la que éste predetermina la situación, para que ningún individuo busque poner en duda la supremacía de los que dirigen la sociedad.

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Carlos Prospero
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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