Cultura

El fin del individualismo y la voluntad (I)

En los años 70 del siglo pasado todavía se escribía sobre el cultivo de la voluntad como un distintivo de lo humano. Freud, que afirmaba lo contrario pues para él la guía del hombre eran esos deseos inconscientes que llamó pulsiones, estaba vetado todavía por la Iglesia y sus libros circulaban de manera clandestina.

Un hombre, en el sentido que hoy le dan al término “ser humano”, tenía que cultivar con tesón su voluntad hasta hacer cosas imposibles frente a lo moral y lo sentimental.

Soportar el dolor era una prueba de esa voluntad cultivada, pues hacía al hombre dueño de sus emociones y sus sentimientos. El dominio de las emociones era un triunfo para el hombre pues ellas significaban debilidad, y un hombre no debía ser débil bajo ninguna circunstancia.

Un hombre débil era comparado con una mujer pues la mujer más fuerte era débil frente a la debilidad de un hombre.

La voluntad de exagerada hizo “hombres de hierro”, hombres que no se doblegaban ante nada, aunque en su intimidad sufrieran su debilidad. su falta de fortaleza. su feminidad.

El hombre de voluntad conquistó al mundo. se enfrentó a las fuerzas de la naturaleza, a los animales feroces, a otros hombres e impusieron su voluntad a esos otros hombres, a la maldad, a la negatividad abstracta o encarnada en hombres, animales o ideas; y quienes impusieron sus ideas conquistaron al mundo natural y humano y se erigieron como “los buenos”, que, en ese momento, se decía seguían el orden de los dioses, dioses que luego fueron energías y cuando se hicieron uno solo ese Dios se convirtió en el cosmos, y los hombres buenos, seguidores del orden cósmico, son los hombres de voluntad de hierro.

Todo se acabó con las ideas del comunismo, como lo consigna Ayn Rand en su “Rebelión de Atlas”: el hombre bueno es uno dentro de una tribu, un grupo social, un cuerpo de profesionistas, y ese hombre bueno es de voluntad de hierro y no necesita del reconocimiento de otros hombres. Por sí mismo, ese hombre logra los mayores triunfos, aunque al hacerlo sea desterrado de su comunidad, despreciado por ser diferente.

El desprecio y el destierro quebrantaron la voluntad férrea y el hombre bueno optó por quedarse, por ser semejante a los demás, pues es preferible la convivencia que la soledad el amor que el odio la atracción que la repulsión.

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Carlos Prospero
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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