Cultura

El filo de la poesía


Para mi amigo Amado Pérez

Escribir poesía es como ejecutar una venganza. Hay que tener el corazón frío y la cabeza ordenada, porque son acciones que deben realizarse con la precisión debida.

Como al final de la Eneida, cuando Eneas está caído, le atraviesa el pecho a su enemigo, y se acaba el mundo de los dioses homéricos.

La venganza es el más puro de los sentimientos humanos, el que define al hombre como tal, y que poco a poco se ha inhibido bajo el argumento de la civilidad o la falta de educación; sin embargo, en todos los ámbitos sociales, ruda o sutilmente, se ejerce.

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El hombre hace guerras, decía un historiador, porque es la única especie sobre el planeta azul que no está en peligro de extinción; sin embargo, hoy, con la ideología que domina, empieza a esbozarse la posibilidad de la extinción del hombre sobre la Tierra.

Aún no toma forma cabal de masa crítica, pero dentro de diez o doce años se verá desnuda la amenaza, y ya no se podrá dar marcha atrás pese a los llantos y desgarraduras de piel por las consecuencias.

La venganza natural se presentará luchando por la supervivencia de la especie, y el hombre y la mujer tendrán una regresión a la barbarie tan profunda que dejará cicatrices en todos los sobrevivientes.

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Resulta difícil encontrar el punto de origen de esa actitud irresponsable aprendida sin duda por la influencia del pensamiento oriental que ha metido a media humanidad en un modo de pensar en el que lo único que importa es el yo y su narcisismo acendrado por la sociedad neoliberal.

La fragmentación del conocimiento, la especialización del trabajo, generaron la parcelación de la realidad y consecuentemente su percepción como pedacera, que ha ido reduciendo el pensamiento y la voluntad humana. Y no habrá, como pensaba Sturgeon, una comunidad de discapacitados con superpoderes mentales que abran el horizonte futuro que todos ahora estamos cerrando.

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El hombre es un ser vengativo por antonomasia y todo lo que está pasando, lo que estamos causando en lo físico, mental y espiritual, nos hará luego incapaces de crear.

Con ello, el talento literario se secará como una rosa en el desierto y los gestores culturales tendrán que crear coreografías para ambientar esos productos artificiales que, ya desde hoy, sólo son letras luminosas sin significado alguno en las marquesinas del tren eléctrico.

Porque la poesía, para que lo sea, tendrá que ser de un filo semejante al de una katana para cortar los prejuicios que abundan en las cabezas de muchos.

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Carlos Prospero
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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