“¿Y a ti te gusta Vaselina?”, dijo mi sobrina La Bitelyús hace unos días, obteniendo un “más o menos” como respuesta. “Y si te gusta más o menos por qué tienes en tu perfil de Facebook la imagen de Olivia Newton-John y tú estás en el lugar de John Travolta”, preguntó. “¡Zaz!, contra estas criaturas de la generación Z nomás no se puede”, pensé. Y luego llegó a mi mente el recuerdo de la fotografía que hace unos 17 años editó un amigo en tiempos en que el fotoshopeo estaba en ciernes.
La imagen era el clásico cromo en el que la güerosca inglesa aparecía repegándose a un flaquérrimo y jovencísimo Travolta, que recién saboreaba las mieles del trancazo que supuso haber aparecido en Fiebre de sábado por la noche. Y cuyo giro por la vía del hacker aquel me permitió “codearme” con la rubia, propiciando toda clase de reacciones, particularmente jocosas, y consiguió que tuviera una referencia distinta de la habitual en torno a esa película.
Para la gente de mi rodada hablar de Grease es asistir al encuentro con un viejo conocido por todo cuanto pudo llegar a significar. Desde la época a la que alude (y que siempre me pareció difusa, pues lo mismo pudo haber ocurrido a finales de los 60, que a lo largo de los 70), hasta el desarrollo de la trama, el tipo de música, la ropa y la calada de sus protagonistas.
Le recordaba a La Bitelyús, con un esbozo de sonrisa nostálgica, las decenas de veces que en una vetusta consola con tornamesa que había en la casa de la abuela materna, los chamacos de aquella época poníamos la banda sonora de Vaselina. Aunado a ello, haber crecido escuchando, voluntaria o involuntariamente, los sonidos de la puesta en escena que tenía a los Timbiriche como eje central y atestiguar la necedad de muchos pubertos de practicarla desde la teatralidad escolar, llevó a tener más que presente el numerito.
Todo eso me daba vueltas en la cabeza mientras soltaba a mi sobrina una envaselinada perorata, hasta que se me ocurrió preguntar el motivo que desencadenó tremenda curiosidad. “Es que la acaban de poner en Netflix”, contestó, ignoro sí ya denotando el cansancio luego del cruento monólogo al que fue expuesta, o como para abonar un poco a la dinámica familiar.
Como quiera que sea, cuando la adolescente criatura se esfumó me descubrí casi sin querer tarareando aquella rolita que decía: “We go together like ramma-lamma-lamma-ka-dingity-da-dinga-dong”. Desafortunadamente no andábamos en el auto, porque entonces la chavala habría conocido al famosísimo ¡Rayo Rebelde!