Cultura

Necesarios impresentables

No nos podemos quejar. La transición de año nos ha traído no solo recursos de comedia involuntaria, sino material para aprender a manos llenas. Necesitados como estamos de buenas maneras y sobre todo de guías de vida, no aprovechar los destellos de genialidad de quienes nos honran con existir en la misma época que uno, es un verdadero desperdicio.

Aquellos que padecieron (la mayoría) la vocación de unos cuantos (muchos) por volver atronadora la Noche Vieja, no hemos sabido aquilatar el legado de los heroicos irracionales que insisten en prender cohetones sin sentido. Porque una cosa es celebrar el cierre de un ciclo y el comienzo del siguiente, y otra encargarse de hacer insufrible la velada, dejando una apestosa contaminación para recibir el año como se debe.

Otra inmerecida presencia en la agonía del 2022 implicó la farsa en proceso de construcción de la ministra Yasmín Esquivel. En medio de argumentaciones sosas por parte de la susodicha que sostiene que no plagió la tesis, que la de ella fue la plagiada, se le mira y no puede uno evitar pensar en aquella canción de Luz Casal cuando sostiene ir por la vida hilvanando traspiés y haciendo el tonto.

Pero lo de verdad imperdible ha sido la cobertura de la noticia con que finalizó el año. Alguien debería hacer un reconocimiento a los “periodistas” que llenan con palabras de sabiduría las páginas de los pasquines de quinta. En especial con los encabezados posteriores al fallecimiento del astro del fútbol, Pelé.

Se entiende que el humor tenochca da para mofarse hasta de las madres que les parieron, pero de ahí a titular portadas ocurrentes con “Peleishon” y “Pelé gallo”, es de gente grande. Grandemente imbécil y con mala leche, que por lo demás no tendría que sorprender a nadie a estas alturas.

Pero la joya de la corona es sin duda el sanbenito de Benito. El conejo malo es tendencia por duplicado y con ello vuelve la fe en la humanidad. Finalmente, los paladines de la cultura pop se pronuncian en estos aciagos días donde falta diversión.

No sé qué llame más la atención en torno a Bad Bunny, si la afortunada decisión de tomarse un año sabático (¿no podrían ser de menos 30 o 35 años?), o la gandallez del sujeto en torno a los celulares cerca de su inmaculada persona.

Para evitar que las lindas criaturitas que viven alienadas con esa voz lentona vean su celular volar por los aires, tienen de dos sopas, hacerse de un dispositivo que sujete el chunche a la muñeca, o de plano hacer justicia poética y aplicarle el año sabático inverso, nada más para que deje de andar de hiperlactante.

Carlos Gutiérrez

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@fulanoaustral


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