Cultura

El triste y sus tristes dolientes

Si aquella foto donde están los cuatro grandes de la canción hispana, como algunos han dado en llamar al encuentro de Juanga, Camilo Sesto, la Dúrcal y Chepe Chepe, hubiera aparecido en Volver al futuro, seguramente habríamos advertido la difuminación de cada uno de ellos hasta desaparecer de la instantánea. En especial porque algunos ya llevaban tiempo jugándole al Canelas y viviendo tiempos extra.

Y aunque por todos era sabido que José Sosa, el último de esa estirpe en colgar los tenis, figuraba con demasiada antelación en las esquelas mentales de los suspicaces, a muchos tomó por sorpresa su partida. Eso sin considerar el culebrón que se ha armado en torno a sus restos, sus deudos, la cobertura mediática y la orfandad emocional en la que quedó buena parte de quienes crecimos escuchando voluntaria o involuntariamente sus canciones.

Lo que en otros casos no habría pasado de pleito familiar chimiscolero, ha adquirido dimensiones épicas con la inquina que genera, por un lado, Sara, la hija menor de José José y, por otro, con la desesperación de José Joel y Marysol, los retoños del segundo matrimonio del cantante. O al menos eso es lo que se ha ventilado en televisión, radio y redes sociales, lo que se traduce en mantener a la gran familia mexicana expectante por el gran chisme.

En esta coyuntura la pregunta de dónde están los restos mortales del artista se antoja como un asunto público, dado la dimensión de tesoro tenochca que fue. Suponiendo sin conceder que así sea, muchos están aprovechando el asunto ya como una cuestión de mercantilismo amarillista, ya como material de sobremesa o para ponerse creativos e insufriblemente melancólicos.

Aunque si se mira bien no podría haber sido de otra manera. En un ejercicio de congruencia, vital y mortuoria, la tormentosa historia de El príncipe de la canción fue el sino de una de las últimas estrellas del show business que quedan en México. Excesos, enfermedades, matrimonios, escándalos, decadencia artística y ese extravagante vínculo con la memoria colectiva, forjado a punta de canciones tristes y doloridas.

Por eso resulta rentable, por eso la Chapoy y sus esbirros hicieron cera y pabilo de Sarita en el programa Ventaneando. Y por eso los dolientes la han tundido bien y bonito. Por canija según unos y por dolor y duelo según otros. Pero también porque la historia vende y atrae público. Insisto, no podría ser diferente. La historia del cantante que atrae a un pueblo identificado con su tragedia. Qué triste todos dicen que es.

Google news logo
Síguenos en
Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.