Cultura

El balón de la memoria

El tiempo se puede medir de distintas formas. Mediante el convencionalismo de las horas y los días, a partir de ciclos de felicidad o de su ausencia, y también por medio de eventos singulares. Así como hay olores que nos remiten a distintos ayeres, los sabores y los sonidos hacen lo suyo. De igual forma las imágenes transportan y cumplen el efecto de máquina del tiempo.El escritor Peter Handke señala con generosa verbalidad lo bendecido que resulta aquel que tiene sus lugares de duración. Suelo pensar en ello cada que el disfrute asoma al presente y sobre todo cuando el espíritu se dispone a recrearse con sus ahora.Una de las formas de medir el tiempo más atractivas, seductoras y enajenantes, es el paso de los mundiales de fútbol. Aquí la memoria entra en juego cual si se tratara del más férreo defensa central que impide el adiós de los recuerdos.A partir de ahí uno puede hacer métrica de vida en razón del número de mundiales que han transcurrido delante de los ojos. Y acudir a la guía del mediocampista en la cancha del alma, ese orquestador de las emociones, para exigir las instantáneas que resulten necesarias.En la búsqueda de ese ayer remoto y fugaz, las copas del mundo pasadas yacen en el fondo del baúl pambolero, donde se rescatan a fuerza de evocación cada cuatro años. Como sucede en estos días en que el mundo se declara presa del esférico.Habrá que declararse fan ante la presión social que pone monitores por doquier, para no perder detalles del evento.

Y al mismo tiempo hurgar en los archivos personales en pos de los datos que dan cuenta de la edad a partir de las celebraciones vividas.

Total, si el tempo es algo relativo, los detalles servirán para darle dimensión al gozo. Y también a la tragedia y a la capacidad de fomento de la fe, que se renueva cada que nos autoconvencemos de que sí se puede, aunque la razón aguafiestas diga que no.Así se aproxima un nuevo mundial, enmarcado en la vorágine de los días y dando forma a la esperanza del quinto partido. Al milagro verdoso suscrito en el imaginario colectivo, junto con las voces de loros y cacatúas que, como siempre, intentan vender los encuentros cual si se tratara de epopeyas aztecas.La medida del tiempo en este fin de año atípico es esa, la de un nuevo torneo internacional en tierras exóticas. En un invierno que nunca había sido tan estival. En un contexto de libertades alienadas y de consumismo condicionado por la hipercarestía.

Posados los ojos en esa geografía habrá que esperar y ver. A la insurgencia de los caballos ennegrecidos, del triunfo de los sospechosos comunes y la confirmación de la industria del golpeo de pelota como el verdadero gran organismo del concierto y el desconcierto global.

Carlos Gutiérrez

@fulanoaustral

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