Apenas Santander había echado a andar su cronómetro cuando América ya lo ganaba al minuto uno de juego.
Miles de aficionados apenas tomaban Insurgentes Sur y muchos de ellos, debieron escuchar a través de la radio el primer grito de gol. Otros simplemente debieron imaginarlo desde las afueras del estadio.
Pumas no se había acomodado todavía en la cancha cuando el jugador más determinante del América, Mateus Uribe, dio el mazazo de autoridad para demostrar quién fue superior en el torneo. La realidad es que América nunca entró en crisis como sí lo hizo Pumas y eso se reflejó.
Pumas desconcertado no encontraba rumbo. Si se le hubiera preguntado a alguno de sus jugadores dónde estaba el túnel de salida, ninguno habría tenido la respuesta correcta de tan extraviados, de tan perdidos, y en su propia casa. No se veía cómo Pumas pudiera sobreponerse al doloso arranque. Ni las manos metían los universitarios, a excepción de la que vio y/o creyó y/o imaginó Santander dentro del área. Noche de complacencias. Mientras Díaz y Arribas discutían entre ellos para evidenciar más el estado de emergencia universitaria, Ménez cobró perfecto. Minutos después, Uribe volvió a aparecer con tremendo disparo para finiquitar todo en el primer tiempo. Mucho América para tan poco Pumas. Cualquier esperanza de UNAM con el gol de Castillo, se redujo a nada con el segundo tanto del francés. Demasiada losa para un equipo que resultó mero espejismo en las primeras jornadas.
Mientas las calles aledañas a CU lucían congestionadas, América en la cancha encontró grandes y vacías avenidas por donde corrió sus bólidos a máxima velocidad sin que alguien los infraccionara para incomodarlos.
Pumas no pierde por el arbitraje, pierde por jugar como en partido de pretemporada.
Twitter@CARLOSLGUERRERO
