La grandeza de Chivas no se va a desempolvar mientras su equipo tenga tanto aroma a cantera. Y vaya que hoy en día brindar oportunidad a jóvenes resulta tremendamente plausible.
Sin embargo, Guadalajara no está para foguear novatos, ni para llenar la canasta a todas las selecciones menores con buenos prospectos.
Tampoco está para andar presumiendo su filosofía ultra mexicana cuando se gana ni para lamentarse de ella cuando se pierde y mucho menos para seguir con el repetitivo y cansado discurso de que les venden caro.
Guadalajara está para recuperar brillo y grandeza y para respaldar eso que alguna vez fue una intacta popularidad.
Hoy tienen más “competencia” y las nuevas generaciones no necesariamente voltearán a verlos solo por llamarse Chivas o por ser el equipo del querido abuelo.
El equipo más tradicional del país requiere de vitrinas, de títulos, de superioridad en la cancha, de dominio en casa, de espectáculo y de buenos jugadores (por no decir que de los mejores).
¿En qué momento se convirtieron en un equipo formativo? Revisen el once y analicen la banca. No hay figuras. No hay plata o está depositada en otro lado.
Dejaron ir a Alanís, a Pizarro, a Cota, a Gallo Vázquez, cualesquiera que hayan sido las razones y circunstancias. Trajeron a Van Rankin, Gael y Sepúlveda y se quedaron con Pérez, Aris Hernández y de Luna. Hoy, solo Brizuela, López y Pereira marcan la pauta. No hay hacia dónde voltear. No hay mucho para dar un golpe de autoridad desde la banca. Beltrán, Torres, Macías, Godínez, Galindo...
Un triunfo en casa tras once meses de no lograrlo y ante un estadio desierto, es una señal inequívoca de que algo no anda bien desde hace rato. El día que se deje de cobijar tanto a Chivas, ese día quizá las cosas puedan empezar.
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