Fui a Tláhuac porque allí viven Reyna y Sandra, que cumplen ya 50 años de amasiato, casi el mismo tiempo de nuestra amistad. Reyna es amante del teatro y Sandra de la danza. Viven en su casa con tres hermosas perras afganas: Laiza, Sasha y Rihanna. Una casa con un jardín y una fuente de quietud, donde solo nuestras palabras rompen el silencio. Reyna es poeta y Sandra es actriz; las dos, anfitrionas simpar.
La amistad nunca es pareja en la vida, pero la complicidad sí. Me presentó con ellas el poeta y pintor Arturo Ramírez Juárez, que en paz NO descansa porque su alma inquieta prefirió el purgatorio al cielo. Desde el principio la risa, el teatro, la pintura y la danza nos envolvieron para nunca abandonarnos. Reyna es crítica teatral. “El espectador puede compararse a un dios que contempla un mundo distinto, diferente, inexistente, pero trascendente según su propia capacidad para captar la creación artística”.
Comimos un manchamanteles y un flan que sabían a gloria, preparados por Sandra. Y ya con el vino en la mano me sinceré al decirles lo mucho que las admiraba por su constancia, fe en la vida y sentido por la simple dicha de hacer lo que les place, donde el triunfo no es asunto de dinero o fama sino de constancia, y que lo importante es la errancia sin fin para caminar en libertad con nuestros sueños. Ofrecí disculpas si alguna vez fui grosero por mi arrogancia por las conversaciones de juventud. Reyna sonrió y me miró con amor. Sandra me guiñó un ojo y fue el final del instante de confesión.
Nunca hasta ahora había pensado en la importancia de afectos tan duraderos. En la sobremesa, la presencia, el espíritu de Ramírez Juárez estuvo activo. Miramos los dibujos y pinturas que tienen de él como un tesoro, junto al retrato de sor Juana realizado por Raúl Anguiano, entre muchos otros. “Arturo para nosotras no ha muerto porque aparece siempre en las conversaciones”, me insisten.
La tarde se achica, anochece y es hora de partir. Nos miramos. Nos abrazamos. Nos besamos. Nos despedimos. Voy hacia Canal de Chalco para enfilar hacia Periférico. Las sigo pensando, agradeciendo su presencia en mi existencia. Su caminar en el arte. Sin esos momentos la vida no tendría mayor sentido.