El tema de esta semana fue la sorpresiva muerte de Katie Meyer, arquera de la Universidad de Stanford en California. Una gran atleta, con carrera prometedora y considerada una de las mejores porteras, fue encontrada sin vida en su habitación universitaria. Hay muchos rumores de que fue un suicidio lo que terminó con su vida.
Me parece de suma importancia abordar el tema de forma directa y de frente. Es un tema que aqueja a la sociedad y año con año las estadísticas aumentan. En México, de acuerdo con datos del INEGI, en el año 2020 hubo 7 mil 818 muertes a causa del suicidio, lo que equivale al 0.7% de las muertes del año. La tasa de suicidio fue de 6.2 por cada 100 mil habitantes.
La población más expuesta es la de 18 a 29 años, con una tasa de 10.7 decesos por cada 100 mil personas. En el año 2018, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), de la población mayor de 10 años de edad, 5% declaró haber pensado en suicidarse. Son cifras que dan escalofríos.
Es necesario abrir la conversación sobre este tema que aún es tan tabú, que en muchísimas ocasiones, los familiares prefieren guardar la razón de muerte por suicidio, por no exponer a la víctima, por razones religiosas o tal vez por vergüenza. Sin embargo, si no abrimos la puerta a hablar de esto, seguirá siendo un espiral descendiente. Con esto me refiero al círculo vicioso que se ocasiona.
En México esto ha sucedido con deportistas de alto rendimiento y futbolistas. Conozco un caso, relativamente cercano, que hubo muchos rumores que fue un suicidio, pero la familia nunca confirmó. Y aunque se respetan los deseos familiares, me sigue pareciendo que si no se habla, ocasiona más problemas.
Y en aras de abrir la conversación, voy a compartir algo muy personal. Yo sí he pensado en el suicidio. En dos etapas de mi vida, consideré que podía encontrar una solución para lo que estaba viviendo. Independiente de la situación, las emociones que cargaba son las que estoy segura de que muchos hemos sentido en mayor o menor medida:
No encuentro forma de salir.
Ya no me quiero sentir así.
Ya no sé qué hacer.
¿Qué pasaría si me mato?
Ya estoy cansada de esto.
Así no quiero vivir.
¿Vale la pena seguir?
Tantas cosas que pasan por nuestros corazones y cabezas, que es importante tener espacios para poder expresarnos sin temor a ser juzgados. Para eso, hay que poner de nuestra propia parte para ser un espacio así, sin juicio y empático.
En el deporte, están los coaches mentales o psicólogos del deporte, y son un canal de poder expresar nuestro sentir y emociones, sabiendo que son un lugar seguro. Pero quienes no tienen ese privilegio, busquen un espacio seguro. Profesionales de la salud mental, centros de tratamientos, consejeros en adicciones, hay muchas opciones a las cuales se puede acudir. No es fácil, pero es necesario.
Hay que abrir la conversación. Por favor, si alguien te busca para hablar de sus emociones, no juzgues, no critiques, no te burles, no te rías…las emociones son de lo más preciado que tenemos los seres humanos, y poco a poco, la sociedad está normalizando el compartirlas. Hay que ser empáticos y cuidadosos con las emociones ajenas.
¡Ánimo! ¡No estás sola!
Balbina Treviño