Política

La IA o EN

Hace unos meses, ante el anuncio fresco del lanzamiento de ChatGPT, declaradamente escribí esta misma columna con esa herramienta de inteligencia artificial (IA). Hoy, miro hacia atrás y veo que aquella experiencia fue sólo el inicio de una monumental y constante evolución.

La transformación ha sido vertiginosa. Lo que en aquel momento era sólo un novedoso generador de texto, se ha convertido en un polímata digital. Ahora no sólo procesa contenido lingüístico con una eficiencia envidiable, sino que ya es capaz de interpretar imágenes, organizar datos y explorar el ciberespacio, entrelazando la vastedad de la red con su poder analítico. Más aún, se avecina el lanzamiento de una funcionalidad para crear aplicaciones sin necesidad de escribir código. Estamos ante una revolución sin precedentes.

No obstante, como suele suceder con cualquier avance disruptivo, la IA ha encontrado resistencia. Algunas personas, por desconocimiento o temor a ser relegadas, abogan por frenar lo inevitable. Disfrazan su resistencia con argumentos aparentemente lógicos, pero en esencia, su inquietud nace de la angustia frente al cambio y de una negativa a adaptarse.

En el campo de los detractores de la IA se encuentran distintas figuras: políticos que manipulan el miedo para su beneficio, puristas que temen ser superados por máquinas, ignorantes que se hacen eco de falacias sin fundamento y retrógradas que rechazan cualquier cambio que amenace su visión del mundo.

Es cierto que la IA conlleva riesgos y amerita una reflexión profunda sobre sus implicaciones. Pero intentar sobreregularla o prohibirla es una batalla perdida de antemano. La IA no es un juguete caro, es una plataforma. Efectivamente: una plataforma sobre la cual se construirá gran parte del desarrollo humano de los próximos 10 años. Intentar acabarla sería tan inútil como hubiera sido prohibir el internet, la imprenta o la Revolución Industrial.

La reacción de algunos sectores es, al mismo tiempo, cómica y desalentadora. Profesores que prohíben el uso de ChatGPT, cuando en vez de ello deberían entrenar a sus alumnos en la formulación de mejores solicitudes a la herramienta; editores que rechazan libros escritos con ayuda de la IA, cuando más bien podrían estar revitalizando modelos editoriales caducos; individuos que exigen la anulación de la IA argumentando que generará desempleo, antes que sugerir programas amplios de capacitación para aumentar la productividad.

Yo, por mi parte, volví a escribir este artículo con la ayuda de la IA. No lo delegué, sino que colaboré. Lo hago para probar que la inteligencia artificial bien usada es mucho mejor que la estupidez natural (EN) de quienes, por ejemplo, prefieren no usar un automóvil por considerarlo peligroso, antes que aprender a manejar. Y hasta aquí el texto artificial de tu Sala de Consejo semanal.


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Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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