Política

La colecta

En días recientes la furia de la naturaleza se desató sobre Acapulco, dejando tras de sí un rastro de desolación y luto que reaviva debates sobre la preparación y la respuesta ante desastres en nuestro país. Se argumenta cínicamente que el ascenso rápido de la tormenta a huracán no era previsible y, aunque cierto grado de incertidumbre siempre existe, la realidad es que la tecnología actual permite estimaciones bastante certeras. Incluso hubo advertencias desde el extranjero que cayeron en oídos sordos, porque incluso una tormenta tropical debería ser motivo de cuidado y no lo fue. Este escenario refleja una dolorosa combinación de fatalidad y negligencia, elementos que se entrelazan en una danza macabra de desdén por la prevención y, sobre todo, por la vida humana.

El recuento de los daños es aterrador: 46 vidas perdidas y 58 personas aún desaparecidas. La magnitud de la tragedia resuena en cada rincón del país, y las expresiones de solidaridad no se han hecho esperar. Sin embargo, la tragedia no terminó con la calma posterior a la tormenta. La respuesta en ayuda ha sido igual o peor de trágica. La confusión reina en el ánimo de quienes desean ayudar: no saben qué, cómo o a quién donar. Por un lado, se encuentra un gobierno que monopoliza la gestión de la ayuda, aseverando que sólo el Estado debe distribuirla. Esta postura, enraizada tanto en ideología como en cálculos electorales, desalienta la participación y complica el apoyo.

Por otro lado, las organizaciones civiles, que en teoría deberían ser el puente entre la sociedad y las víctimas, enfrentan un desprestigio monumental. Aunque hay honrosas excepciones, la mayoría de estas organizaciones están empañadas por la opacidad, sus altos costos operativos de hasta 80% y la deshonestidad descarada de sus directivos. El desencanto hacia estas entidades es comprensible, pero también lamentable, pues dificulta aún más la situación.

En el último eslabón de esta cadena de desdicha encontramos a la gente común, aquella que, movida por la empatía y la solidaridad, busca contribuir de alguna manera. Sin embargo, se enfrentan a un panorama desalentador: un gobierno que rechaza e incluso decomisa la ayuda con su ejército, organizaciones que en lugar de donativos en especie piden dinero para gastarlo mal, y una cultura de rapiña que se roba todo lo que llega a las zonas afectadas.

Quizá la respuesta sea hacer algo muy común en el mundo tecnológico actual: el modelo P2P, que es ayudar uno a uno. Eso haré yo. Ayudaré a quien conozco, entregando de corazón lo que esa o esas personas requieran para levantarse. Ni gobierno rapaz ni asociaciones tramposas ni productos que acabarán en despensas de campaña o robados en el camino. Y hasta aquí la crónica de esta tragedia natural y criminal de tu Sala de Consejo semanal.


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Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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