Cultura

Tiempo, urgencia y democracia

Que el asueto es el gran aliado de nuevas percepciones no parece necesitar explicación alguna. Por si acaso, diremos que el solo cambio de dinámica nos lleva a nuevas circunstancias y reflexiones que casi siempre nos hacen entender algo importante sobre nuestra forma de vida cotidiana y, no pocas veces, acerca de nuestra ubicación en el panorama social general.

Con el relajamiento de los horarios, el cese de las exigencias diarias, sobreviene una suerte de claridad sobre muchas cosas que, estando ahí, no siempre somos capaces de detectar en medio de las prisas y la fatiga del día a día.

Apenas bajamos la velocidad, el paisaje se transforma. Miramos hacia donde comúnmente no lo hacemos y eso ya es decir bastante. En ocasiones (re)descubrimos no sólo todos los pendientes, las lagunas y retos de nuestra existencia, sino también el abandono en que tenemos nuestra participación social.

Concentrados en las faenas diarias, entregados a las necesidades de la mera sobrevivencia, dejamos de ver hacia la res publica directamente. En realidad, la inmensa mayoría lo hacemos de reojo y creyendo
—lo cual resulta peor— que ejercemos nuestra ciudadanía porque votamos o porque estamos informados de las más recientes tropelías cometidas por la clase política, pero en los hechos dejamos que todo transcurra a la distancia, como un espectáculo irremediable en el que nos es imposible intervenir.

No tenemos tiempo, pues, para vivir la vida democrática de la que presumimos o renegamos. Por un lado está la exigencia de la capitalización social que se nos demanda permanentemente: participar, cooperar, contribuir, decidir junto con los demás sobre esto o aquello, pero al final dejamos todo en manos de los que entienden del oficio de representar.

Y ahí tenemos básicamente dos formas de realizarlo. Algunos lo hacen no sólo con vocación de servicio, sino con profesionalismo; otros, han convertido la representación (la que sea) en un negocio privado, familiar en el mejor de los casos. Mientras tanto, los demás permanecemos como observadores porque no tenemos tiempo para atender esos asuntos, a pesar de que nos atañen directamente.

Todo esto tiene que ver con las reflexiones que hace Christophe Bouton, profesor de Filosofía en la Universidad Montaigne de Burdeos y autor del ensayo El tiempo de la urgencia, en donde plantea —de acuerdo con una entrevista que le acaba de hacer AFP— que la obsesión de la sociedad contemporánea por la velocidad es una amenaza para la democracia.

Como todos sabemos, hubo un momento en que la historia se aceleró: tecnológicamente se hizo posible el acortamiento de las distancias y la compresión de muchos procesos que llevaban más tiempo. Empezamos a vivir cada vez más aprisa y, paradójicamente, a comprender con más lentitud lo que acontece. Si esto ya era cierto al despuntar el siglo XX, cien años después sólo nos queda el vértigo como referente puntual de lo que pasa en materia de las nuevas tecnologías.

Para Bouton, sin embargo, el problema no es tanto la velocidad “como el capitalismo desenfrenado, que adopta cada vez métodos más eficientes de producción y organización del trabajo”.

Ya que todo es vertiginoso, el gran éxito de este tipo de sociedad es que ha conseguido que todos demandemos y ofrezcamos rapidez, inmediatez en prácticamente todo:

“En la actualidad —dice Bouton— esto ha llevado a una ideología predominante sobre las ventajas de la velocidad, la aceleración y la hiperactividad, lo que ha resultado en fenómenos de hiperconexión y agotamiento. Otra consecuencia es que la falta de tiempo puede traducirse en ciudadanos cada vez menos capaces, física y psicológicamente, de lidiar con la política, que requiere más y más tiempo para ser comprendida. En este sentido, la democracia, que requiere tiempo libre o lo que los antiguos llamaban Skholè, se ve amenazada por la urgencia”.

Ya otro pensador francés, Pierre Bourdieu, le había conferido a skholè un significado muy rico: como tiempo libre de presiones mundanas, como condición indispensable para el desarrollo del trabajo intelelectual y artístico.

Pero no lo tenemos, solo nos queda la urgencia. Y así va la farsa de nuestra vida social y política.

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Ariel González Jiménez
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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