Cultura

Azorín y el político /II

Ya en la venerable senectud que dan los premios y el reconocimiento público, Azorín decía que si le pidieran una línea de conducta él brindaría la que recomendaba un refranero español del siglo XVI: id por el medio y no erraréis. Y el escritor se preguntaba: ¿qué quiere decir esto? Templanza, moderación, tolerancia”, si bien advertía que la mayoría de las personas van por la izquierda o por la derecha. Y entonces soltaba: “¿Sabéis a dónde se va por izquierda? A la anarquía. Y por la derecha, a la esterilidad”.

Conclusión discutible, sobre todo sin saber qué entendía él por izquierda y derecha (en política, se entiende), pero si la tomamos estrictamente por el medio —como postula el refrán que a él le impresionaba—, queda esa sabiduría de la tolerancia que tanto exaltaba el extraordinario prosista español. Es una idea que recorre, por distintas vías, su libro El político, del que vengo haciendo unos comentarios, esencialmente para establecer el penoso contraste que suscitan con la clase política mexicana (y de buena parte del mundo, para ser justos).

Azorín recomendaba a su político ideal no prodigarse. Pero al político “moderno” le gusta “placearse”, hacerse ver y notar en todas partes y a todas horas; su “popularidad”, imaginada o real, depende de ello, e ignora que “lo que mucho se ve, se estima poco…”. Van a los toros, a misa, a los conciertos y, en los casos más lamentables, hasta a las fiestas de quince años de una desconocida.

Continúa Azorín presentándonos una virtud acaso en extinción: la eubolia, que consiste ni más ni menos en “ser discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir sino lo que conviene decir”. Exactamente igual, por ejemplo, que nuestro Andrés Manuel López Obrador, que como buen pejelagarto por la boca muere. Podría desdecirse inteligentemente, claro, “remediar la inadvertencia” como señala Azorín, pero nunca lo hace, ni siquiera ante el riesgo ser requerido por el Ministerio Público (para que aclare cómo es que él sabe que el Ejército es responsable de la desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa).

El político, de acuerdo con Azorín, debería ser también como esos personajes de cuento que salen como gente de a pie a escuchar la verdadera opinión del pueblo sobre diversos temas. Pero como acá solo escuchan a quienes los adulan y descreen de toda opinión en contra,
eso de “desentenderse” es algo imposible de lograr, lo mismo que el desdén por el elogio y que los rodeen “galopines, truchimanes y trapisondistas”.

El estadista debe andar con calma, sobre todo si tiene prisa en alcanzar ciertas metas. “Lo que se hace precipitadamente —escribe Azorín— se hace mal y a disgusto: grano a grano hinche la gallina el papo; poco a poco se va a todas partes”. Las llevadas y traídas reformas impulsadas por el presidente Peña, sin duda urgentes, ¿no debieron, precisamente por eso, llevarse a cabo con otro cronograma, otro ritmo y cálculo?

Ya decíamos al comienzo que el autor de La voluntad valoraba por sobre todo la moderación. Pues bien, en el libro que comentamos dice: “Sepa conservarse el político en el fiel de la balanza. No pierda nunca el sentido del equilibrio. En el arte del gobierno, el equilibrio consiste en ser entero o condescendiente, según los casos… Sea indulgente, magnánimo y generoso…”. Como nuestros refinados gobernadores, senadores y diputados, más o menos, que tampoco pueden dejar de prestarse a la exhibición, aunque no por lo que recomendaba Azorín (“Sea entendido con los entendidos, opaco y vulgar con los opacos y vulgares”), sino nada más por contarse entre estos últimos.

Se debe admitir que una de las cosas mejor aprendidas por nuestra clase política (venga de donde venga su conocimiento) es que “no debe nunca perder la sangre fría; permanecerá siempre impasible ante el ataque. En el parlamento, en las reuniones públicas, muchas veces se verá blanco de la invectiva, de la cólera o de la insidia; él permanezca en todo momento sin mover un músculo de la cara, sin dar la más leve señal de irritación, de impaciencia, de enojo”. Ahí sí nunca dejamos de asombrarnos, pero no solo frente a las circunstancias descritas por Azorín, sino incluso al salir de prisión o al enfrentar denuncias judiciales, nuestros políticos saben mantenerse imperturbables. Debe ser, supongo, la confianza ciega que tienen en la impunidad que priva en el país.

Si la paciencia del lector lo permite, la semana próxima remataremos con más de estos sabios consejos de Azorín desestimados o francamente corrompidos por nuestros políticos.

[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Ariel González Jiménez
  • Ariel González Jiménez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.