Cuando era niña no imaginaba los cambios de emociones que pudiera vivir un adulto en tan poco tiempo.
Mi vida entonces era monocorde, feliz un día y los subsiguientes igual.
Muchos años después, descubrí que puedo tener diversos sentimientos en un periodo corto. Me referiré a las dos semanas anteriores en las que pude sentir que flotaba.
Mi unigénita Jimena se graduó como chef en el Instituto de Arte Gastronómico de Saltillo. Sin duda una de las grandes satisfacciones de cualquier padre.
La acompañé a su graduación y festejamos en familia con amigos.
También tuve cuatro presentaciones de dos de mis libros que publiqué este año. Cada una de ellas tuvo una magia especial, diferentes entre sí, pero con grandes aprendizajes y gozos.
Fui bendecida con una invitación a comer con un gran amigo, que es excelente cocinero, su trato y comida fue de primer mundo, además, me no me permitió ni ser su pinche.
El pasado 26 mi madre, Arcelia Silveti Mejía celebró su cumpleaños 86 con salud y lucidez, rodeada de gente querida.
En mi espacio laboral celebramos treinta años del ballet de danza folclórica Xochiquetzalli, junto a otros grandes bailarines de otros estados en el bellísimo Teatro Isauro Martínez.
Fue una presentación espectacular. Hace días tuve oportunidad de participar en un coloquio de Tepic, Nayarit. También recibí un par de invitaciones a integrarme a proyectos interesantes que no pude resistirme.
He estado rodeada de gente muy querida con la que comparto visiones y proyectos.
En esa vorágine de buena racha, recibí dos muy malas noticias de personas queridas con problemas serios de salud.
La tristeza e impotencia estuvo ha estado presente combinado con el júbilo de tantos elementos positivos.
¿Cómo puede virar todo en un santiamén? ¿Qué enseñanza hay detrás? ¿Cómo se va del llanto al júbilo? ¿Quién mueve los dedos sin ser descubierto?
Lo anterior me hizo recordar un fragmento de la gran novela del escritor uruguayo Mario Benedetti: La Tregua. La belleza y profundidad de la obra, escrita con sutileza, aborda el tema al cual me refiero.
Cito: “No sé si soy una persona triste con vocación de alegre, o viceversa, o al revés.
Lo que sí sé es que siempre hay algo de tristeza en mis momentos más felices, al igual que siempre hay un poco de alegría en mis peores días”.