Cultura

José de la Colina y sus cine-fantasmas

  • La pantalla del siglo
  • José de la Colina y sus cine-fantasmas
  • Annemarie Meier

Voy a extrañar profundamente los artículos de José de la Colina, mi vecino de Cultura en la edición dominical de Notivox Jalisco. Cada domingo buscaba y leía sus inteligentes, cultos y humanos textos que trascendían lo que por lo general leemos como columna o reseña.

Como periodista cultural apasionado, entregado a su oficio e inmensamente creativo en la utilización del lenguaje, De la Colina nos compartía  breves ensayos, crónicas de vivencias, reseñas de lecturas, críticas de películas, recuerdos de personajes y reflexiones de todo tipo.

Siempre me ha parecido el modelo de un autor y periodista culto pero también cercano al lector. Sus temas y la diversidad de estilos y tonos facilitaban la lectura, despertaban emoción y empatía pero también obligaban a seguir al autor en sus excursiones por la literatura, las figuras de la cultura popular, la lengua española, la música y el cine. Sí, el cine era un tema recurrente en su vida y sus textos.

Fundó y colaboró en revistas, publicaba críticas de cine, impartía clases en el CUEC, la primera escuela de cine de México, y acompañaba a sus alumnos y amigos en sus proyectos fílmicos. Autor de los libros El cine italiano (1962), Miradas al cine (1977), El cine del “Indio” Fernández (1984) y colaboró con Tomás Pérez Turrent en Luis Buñuel, prohibido asomarse al exterior (1984), la recopilación de una larga entrevista con el director español.

Sus críticas de cine solían ser verdaderas cátedras de cine ya que señalaba influencias e intertextos en un filme al mismo tiempo que formulaba reflexiones filosófico-poéticas acerca de la esencia del cine. Sirva como ejemplo un extracto del texto que De la Colina publicó sobre el filme Dos Auroras que Jaime Humberto Hermosillo realizó en Guadalajara en 2005.

Después de analizar mitos y claves genéricas escribe: “Máquina del tiempo, el cine es un río de imágenes que, semejante a la luz de un planeta lejano, nos llega desde momentos ya idos. Es siempre un arte de fantasmas, y el cineasta, el que registra y perfecciona estas fantasías, logra crear un ritual con el que exorcisa el tiempo: el tiempo que trabaja para nuestra muerte” (“Rituales fantasmas de Hermosillo”, columna en “Los inmortales del momento”, sección Cultura, Milenio, 12 de junio. 2005).  

De la Colina convivió y colaboró muy de cerca con varios directores mexicanos. Con Hermosillo, su ex alumno,  sin embargo, no sólo compartió horas de clase, experiencias fílmicas y conversaciones sobre literatura y cine sino que apoyó como coguionista la escritura del guión de las cintas: El señor de Osanto (1974), Naufragio (1978) y El corazón de la noche, película que se rodó en Guadalajara en 1984.

Le vuelvo a ceder la palabra a De la Colina quien nos compartió en  julio de 2019 el texto Pequeña teoría personal del cine que termina con la siguiente frase:  “El hecho que las cosas estén en la pantalla para ser vistas no es más que el primer requisito; el fin es que las cosas nos hablen de algo que las trasciende: todo modo de filmar el mundo físico implica metafísica, una búsqueda de esencia a través de la apariencia”.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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