La nostalgia es un sentimiento hondo que los médicos del siglo XVII acuñaron para describir la emoción que hacía presa de los soldados por la vida que habían dejado atrás. Una sensación de despedida aún en medio del vacío. No obstante, y a pesar de sus dimensiones en el tiempo y en la propia vida, el odio es aun más grande. Un sentimiento siempre desbordado que busca destruir lo que lo rebasa. Y aun así, más grande que la nostalgia y el odio, más grande que estos dos sentimientos tan presentes en la guerra, está la estupidez.
Defender a Rusia en esta guerra. Para algunos resulta un ejercicio de nostalgia por la Unión Soviética y, para otros, el odio acumulado contra el Imperialismo Yanqui. No sé qué suena más viejo. El polvo que levanta un país que hace 31 años se destruyó a sí mismo por su propia crueldad e incapacidad, o el rechinido de un concepto fracasado y condenado una y otra vez. No cabe duda que la estupidez es una enfermedad que afecta el nervio óptico. ¿De qué lado estás? ¿De los rusos o de los gringos? ¿En verdad nos estamos haciendo esta pregunta? De los civiles ucranianos. Ese es el bando correcto y la única respuesta posible.
La estupidez, que ni siquiera alcanza para hilar un argumento, hace que algunos mexicanos se debatan sobre ello. Baste citar la carta de los jóvenes de Morena del Estado de México —de la cual, aunque expresando su respeto, el propio Morena se deslindó—, que manifiestan su apoyo al gobierno de Putin, porque “en legítima defensa de su pueblo”, “se vio obligado” a “intervenir militarmente” un país “títere de Estados Unidos”. Resulta absurdo aclararlo, sin embargo aquí está: nadie está obligado a la violación, a la invasión y al crimen, nadie. ¿Que los Estados Unidos antes hicieron lo mismo? Sí y no solo fueron condenados por ello, perdieron. ¿De qué lado estamos? De Ucrania. Un país soberano que, como tal, podría decidir pertenecer a la Unión Europea, a la OTAN o a quien le plazca. No hablo de diplomacia, sino de obviedad: son sus fronteras, no las rusas.
Suena tan estúpido y, sin embargo, esa es parte de la discusión en las redes mexicanas. Apoyar a Rusia para que no piensen que apoyo a los Estados Unidos. Apoyar a Rusia para que piensen que soy de izquierda, porque Putin apoya a las izquierdas latinoamericanas. Estúpido. Qué risa le debe de dar a Putin, a su manicura y a sus relojes de medio millón de dólares hacer capitalismo salvaje con las “izquierdas” de nuestro continente. ¿Dónde firmaban los acuerdos? ¿En el “yate de algún Oligarca Ruso”? Nombre de comic o película de James Bond con el que generalmente se refieren a los empresarios amigos del autócrata eternizado.
Si supieran esos que defienden a Rusia qué lejos están de que regrese el martillo y la hoz: ese poderoso emblema que representaba la famosa consigna de Lenin sobre la unión del proletariado y el campesinado. O tal vez no tanto, como diría el académico ruso Yuri Gote en 1921, esto terminará en el martillo y la hoz, molot y serp en ruso, que leídas al revés: prestolom, quieren decir “trono”. Sin darse cuenta, quienes defienden a Rusia en las redes, terminan por convertirse en súbditos del trono. Qué estupidez.
Una línea más: Si Ucrania hubiera invadido a Rusia, este artículo los apoyaría a ellos.
@olabuenaga