Política

Estamos furiosos

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No puedo respirar... ¡por favor! …no puedo respirar …la rodilla está en mi cuello. ¡No puedo respirar!”. Ya sabe de lo que escribo, no necesito decirle más. ¿Cuántas veces debe uno ver una escena para jamás olvidarla? El policía Derek Chauvin clava la rodilla en el cuello de George Floyd que parecía resistirse al arresto y que ahora está en el suelo. La rótula de Chauvin embona a la perfección con el cuello, como si hubieran nacido el uno para la otra: ese preciso cuello para esa justa rodilla. Floyd repite por lo menos 16 veces “no puedo respirar”. Chauvin (cuyo apellido delata su espíritu “ista”) no se conmueve, como tampoco se conmueven sus gafas oscuras que se mantienen como diadema cruzándole la cabeza. Y así, nueve minutos. Nueve. Los nueve minutos que hoy estallan por el mundo.

A partir del asesinato de George Floyd el 25 de mayo en la pequeña ciudad de Minneapolis, las manifestaciones han estallado en otras localidades de Estados Unidos y en más de 70 países alrededor del mundo, entre ellos: China, Japón, Corea del Sur, Israel, Francia, Alemania, España, Inglaterra, Brasil y México. Las revueltas que amenazan con una nueva ola de contagios son también globales, pandémicas.

Curiosa paradoja esta, en que el virus que nos tiene la vida en vilo, mata de la misma forma en que mató el policía: dejándonos sin aliento, ahogándonos. “No puedo respirar”. La explicación al contagio de indignación que se ha propagado por el mundo está en la propia virulencia de la escena, no cabe duda. Sin embargo, hay algo más. Mayo de 2019, Oklahoma, Derrick Scott, otro afroamericano que se resiste al arresto es sometido y termina con la rodilla de un policía en la espalda colapsándole un pulmón. Antes de morir, tan solo alcanza a repetir: “no puedo respirar, no puedo respirar”. Otro más: Eric Garner, detenido en 2014 en Nueva York es víctima de una compresión brutal en el cuello con los brazos de un policía. Antes de morir ahogado, Garner deja tres palabras como herencia: no puedo respirar.

¿Por qué la muerte de Floyd estalla de manera global y las otras no? Coinciden la brutalidad policial, los policías blancos, las víctimas negras, el morir ahogados y hasta el eco: “no puedo respirar”. ¿Qué es lo distinto? ¿por qué la gente sale hoy a manifestarse en la calle cuando la posibilidad de contagio es crítica? ¿por qué en todo el mundo? Paradoja visual incomprensible en que los manifestantes se ponen cubrebocas para gritarles en plena cara a los policías. ¿Qué es aquello que le puede dar a la gente impulso para salir aun estando de por medio su salud o su propia vida?

“Burgueses”, “fascistas”, decían las pintas de la manifestación en Polanco contra la brutalidad policial ¿Incomprensible?, no tanto. Son lugares comunes de la confrontación. Floyd es solo el síntoma. El virus es la furia. La indignación y la ira amplificada tecnológicamente. La pandemia, el confinamiento y la soledad han dado lugar a un nuevo impulso tecnológico. Las redes son hoy el mundo, el “afuera”, el espacio para encontrar a los que nos salvan y a los que nos contagian. La furia es contra el otro: el policía, el corrupto, el homofóbico, el golpeador…

Prepárese, las manifestaciones no van a parar ¿Por qué? Porque ya estamos hartos. Furiosos.

@olabuenaga

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Ana María Olabuenaga
  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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