Con la soberbia y el autobronceado hubiera sido suficiente para delatarlo, pero para desgracia de la mitad del mundo, ha sido también por los excesos y el sadismo en la forma de ejercer el poder. Donald Trump actúa como si fuera rey del mundo, pero en el fondo y, sobre todo en lo superficial, es un mirrey.
Aún antes de cumplir el mes de su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump hizo una publicación en Truth, su propia red social, semejando la portada de una revista que en lugar de llamarse TIME se llamaba TRUMP, con sí mismo sonriendo y una corona ajustada sobre su propia cabeza. El titular de la portada decía: “Larga vida al Rey”. Trump, deséandose a sí mismo poder eterno. Son de esas cosas que no se hacen, máxime si, como se ha sugerido, Trump estaría buscando construir el andamio constitucional para colgarse de él y optar por un tercer término presidencial. Pero ¿qué le voy a contar a usted que, como mexicano, sabe lo que se siente eso de que le anden manoseando a uno su Constitución?
Pensemos mejor en qué diría don George Washington, los Founding Fathers, de saber que la presidencia de la primera democracia del mundo, esa que imaginaron sin que jamás un solo hombre o un solo partido tuviera el control absoluto del gobierno, de ahí que lo dividieran en tres poderes para mantener el equilibrio, esté perdiendo ese espíritu y siendo gobernada por un solo hombre a punta de decretos. (De nuevo una disculpa, entiendo que esa idea de un gobierno que pierde el equilibrio, como dicen en la combi, usted también ya se la sabe). El problema aquí es cómo explicarle a don Thomas Jefferson y a don John Adams que la división de poderes también está desapareciendo en Estados Unidos y que en la Casa Blanca ni siquiera hay un partido, hay un mirrey. Peor aún, hay dos.
Si uno revisa la última visita de Elon Musk a Donald Trump en la Oficina Oval, uno no sabe cuál de los dos manda más ni tampoco cuál de los dos es más mirrey. Musk, el hombre más rico del mundo o Trump, el hombre más poderoso del planeta. Musk que se ríe con los periodistas mientras su hijo de cuatro años pega un pequeño molusco verde que se sacó de la naríz en la mesa del presidente o Trump que al día siguiente mandó el histórico escritorio a barnizar por completo.
Lo cierto es que Musk, en su calidad de líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), tiene carta blanca para hacer los ahorros y despidos que considere pertinentes. Lleva miles y hará muchos más. Ser más eficiente y productivo no está mal, el problema aquí es la forma. La ostentación del poder. El desprecio. Características todas de los mirreyes.
¿Cuál entonces es más mirrey? ¿Aquel que desde su propia red social social se burla e insulta al presidente de Ucrania, un país invadido y en guerra, porque su jefe simbólico, Trump, está haciendo tratos con Putin? ¿O uno que desde su propio campo de golf en Mar-a-Lago decide si compra Groenladia, ataca los cárteles mexicanos, se queda con el canal de Panamá, le pone aranceles a algún país o desarrolla una espectacular Riviera en Gaza? Solo otro mirrey lo sabe.