Uno puede ser periodista o futbolista; dentista o modista; alambrista necesariamente al mismo tiempo que optimista; también bromista, tercermundista, feminista y lista, y con todo ello rara vez habrá problema y es que casi todas las “istas” que existen en el mundo —manicurista, editorialista, florista—, en el fondo y con las precauciones pertinentes, no le hacen mal a nadie o, en el peor de los casos, tan solo a algunos. El problema que sí les afecta a todos empieza cuando de la palabra genérica se pasa al nombre propio; cuando la actividad o cualidad personal: liberalista, activista, artista o columnista está entregada a los designios de otro, llámese chavista, trumpista o amloísta.
El culto a un individuo termina siempre en un exceso y en la traición de las causas comunes. El maoísmo traicionó al pueblo chino, el estalinismo al soviético, el franquismo al español, el chavismo al venezolano y el trumpismo al estadunidense. Y es que una persona no puede convertirse en doctrina porque el ser humano falla, olvida, miente y, por lo mismo, lastima. Una persona no puede ver con los ojos de otro. Una sociedad no puede ni debe reducirse a los humores y sudores de un solo hombre. Por eso no hay obamanismo ni clintonismo, ya que a pesar de la personalidad, la causa común —la causa demócrata— siempre resultó más grande que la individual.
El culto a un individuo termina siempre en un exceso y en la traición de las causas comunes
El leninismo junto con el estalinismo construyeron un imponente mausoleo de granito oscurísimo adornado con banderas rojas a los pies del Kremlin. Dentro hay solo dos luces: una que ilumina el rostro de Vladímir Illich Uliánov, Lenin, y otra que le ilumina las manos. Se tiene que visitar en silencio y bajo la vigilancia de varios guardias que evitan que se le mire por mucho tiempo. Si Lenin supiera que está embalsamado, que su cuerpo fue inyectado con una solución a base de glicerina, acetato de potasio, agua y cloro de quinina para poder conservarlo por siglos, se levantaría, se desclavaría la mandíbula que hubieron de cerrarle a martillazos y se manifestaría contra el culto personal que contradice su causa. No hay peor traición al comunismo y al socialismo que poner por encima del pueblo a un solo individuo. Lo común y lo social son contrarios, antítesis, espejo oscuro de lo individual. Por eso falló el castrismo, por eso fallaron tantos. Curioso recapacitar en cuantos fracasados han sido embalsamados.
En la democracia pasa igual. El culto a una persona es la traición a cada uno que conforman el pueblo en el que estamos todos. Por arriba de los amloístas está la democracia. El verdadero demócrata no puede poner una persona por delante de nadie porque entonces es vasallo o siervo, pero no demócrata.
Esto es lo que da sentido de gesta al rol de la oposición en la elección del próximo domingo. Cerrar el paso a un solo hombre es abrir el camino para todos. Que se opongan, solo necesitamos eso. Que contengan, nada más. Solo queremos que defiendan la Constitución y el respeto a cuestionar. La causa de un país, la causa de todos, por encima de un solo individuo con sus humores y rencillas. De la oposición solo queremos que quemen los filtros, las mangueras y los tapones de algodón con los que se embalsaman los cuerpos, que hagan pedazos los planos y el mármol del mausoleo. _
Ana María Olabuenaga
