Debemos admitir que todas y todos en alguna ocasión hemos utilizado en redes sociales un sticker que implica a una o un menor de edad.
No pensamos a profundidad en lo que esto representa o a quién podemos transgredir.
Lo visualizamos como un acto inofensivo, un simple instrumento para la expresión o agregar un toque divertido a una conversación.
Los stikers se distribuyen, al igual que los memes, de una manera inmediata y sin medida aprovechando los vacíos legales y los escasos marcos normativos que envuelven a estas situaciones.
Así de fácil, se propician oportunidades para la vulneración de derechos humanos.
Solemos olvidar que detrás de un sticker o meme, hay una persona real de la cual no conocemos ni su nombre, ni su historia e ignoramos las vulneraciones que estas viralizaciones conllevan.
Tal es el caso reciente de Rohee (Lohee), una niña de 4 años que debe ser protegida como interés superior y salvaguardar su integridad.
Si bien la madre y el padre de la menor han sido quienes comenzaron con la distribución de las imágenes de su hija mediante sus redes sociales, ¿es justificable la reproducción masiva o la violación a sus derechos?
Como representantes legales de la menor han comenzado a distribuir la leyenda (exigencia) de “No copiar ni capturar fotos sin permiso” en las redes oficiales de la menor, lo que puede quedar como una estrategia de marketing o como la intención de protección de su imagen.
No debemos olvidar que los derechos de la infancia abarcan la protección de los datos personales, privacidad e intimidad.
El interés superior de la infancia debe ser defendido con entereza y desde todas las trincheras posibles.
Poner nuestro grano de arena como sociedad, es tan sencillo como no utilizar stickers, memes o cualquier material audiovisual de niñas o niños, respetar la privacidad e integridad no nos vuelve una generación de cristal sino al contrario, nos vuelve una generación que defiende y respeta la integridad individual y colectiva.
@Incidefemme