La televisión es como la política: padece de una infodemia asquerosa, monumental.
No me sorprende que muchos periodistas del corazón, en su afán por llamar la atención de las audiencias, cometan los mismos errores de siempre.
Me asusta que nuestras televisoras se estén convirtiendo en la versión barata de los partidos políticos y que comiencen a sembrar mentiras para confundir a sus clientes y a la opinión pública en lugar de ponerse a trabajar.
¿Por qué le estoy comentando esto? Por unas cosas muy raras que he estado leyendo alrededor del estreno de los nuevos capítulos de Un minuto para ganar VIP la noche del domingo pasado en Las Estrellas.
¿A quién quieren engañar circulando comentarios mala onda alrededor de este concepto?
Los nuevos episodios de Un minuto para ganar VIP fueron un cañonazo de audiencia, la envidia de muchísimos canales, el segundo contenido más visto del 26 de julio, de todo México, después de Vecinos.
Y no, no es un programa ni chafa ni aburrido. Minute To Win It es uno de los formatos más espectaculares, más dinámicos, más divertidos y más exitosos del mundo.
Se necesita ser muy ignorante para no entender que esto es un programa de concursos, no un reality show, que esto es televisión abierta de verdad, no un formato del cable metido a la fuerza en una pantalla gratuita, y que su valor cultural es incalculable.
¿Por qué? Porque nos remite a los orígenes mismos de la televisión, a los legendarios programas de concursos de antes.
Y tan nos remite que está hecho con base en puras dinámicas hiperbásicas como lo que cualquiera puede hacer en casa.
¿Con qué? Con vasos desechables, con imanes o dando de pataletas en el piso.
La magia de Un minuto para ganar está en la manera como los responsables de esta propuesta convierten algo tan sencillo en un gigantesco espectáculo familiar.
Por eso funciona. Porque cualquiera lo puede hacer. O, mejor dicho, porque cualquiera cree que lo puede hacer.
Además, ojo, estamos hablando de una versión VIP, como las que condujo Marco Antonio Regil en 2013, con estrellas de Televisa quitándose la playera o balconeando aspectos de su vida sentimental.
Sí es importante el dato de Marco Antonio Regil porque el titular de este proyecto, hoy, es el señor Héctor Sandarti y debo decir, con lujo de honestidad, que lo hace muy bien.
Héctor es uno de los mejores conductores de televisión de entretenimiento de toda América Latina. Jugar a las comparaciones o a amarrar navajas entre él y cualquier otra personalidad es poco menos que ocioso.
Al pan, pan, y al vino, vino, y esto que acaba de suceder en Las Estrellas es más sintomático de lo que parece.
¿Por qué? Porque si la infodemia está desatada es porque algo bueno, porque algo importante, está sucediendo ahí.
¿Qué? Pues que Televisa ya se quedó con los ratings de los domingos por la noche porque programe lo que programe en Las Estrellas, funciona.
No importa si es el final de una telenovela, una comedia o, como en este caso, varios capítulos pegados de un programa de concursos. Las multitudes ya tienen la costumbre de llegar ahí y eso es de un valor incalculable.
Luche por ver lo nuevo de Un minuto para ganar VIP. Le va a gustar. De veras que sí.