La columna de hoy es personal. Dice cosas íntimas. Tengo la necesidad de hacerlo. Si alguien se ofende, por favor discúlpeme.
Soy muy fan de “Los enviados”. La amo. Es una serie de Paramount+ que, más allá de mi trabajo, me encanta.
Es, de hecho, una de las pocas series que veo en familia.
Yo no sé cómo sea en su casa pero nosotros, los Cueva, en estos tiempos en los que nadie tiene tiempo para nada, atesoramos mucho los momentos en que estamos juntos y siempre nos obligamos a ver algo como se veía la televisión de antes.
Preparamos botana, apagamos los celulares y corremos al sillón.
No, no maratoneamos. No nos queremos intoxicar. Queremos gozar y una de las series que más hemos gozado en los últimos años ha sido precisamente ésta: “Los enviados”.
¿Por qué? Por un lado, porque somos mexicanos y amamos los contenidos que se hacen en nuestro país. Nos gusta nuestro idioma. Nos gusta nuestra cultura. Nos gustan nuestras estrellas.
Y como buenos mexicanos, entendemos y adoramos el suspenso a la mexicana, el terror a la mexicana.
“Los enviados” es eso, una serie 100 por ciento de entretenimiento, de suspenso, de terror pero, insisto, a la mexicana.
Nos sentimos en “Hasta el viento tiene miedo”, “Kilómetro 31” o “Huesera”. En serio, nos la pasamos muy bien y esperamos con ansiedad que transcurra una semana para ver el siguiente episodio.
Cuando nos enteramos de que iba a haber temporada dos de esta joya, hicimos fiesta. ¡Ya! ¡La queremos ver!
Yo, por mi trabajo, me tuve que adelantar y soy, no el crítico, el fan más feliz del universo.
Aquí está pasando lo mismo que pasó con “Club de Cuervos”. La temporada uno estuvo maravillosa, pero salió al mercado con reservas, tal vez con limitaciones económicas.
Aquí, en la segunda temporada, no. Es alucinante el crecimiento de las actuaciones, de los personajes, del guion y de los valores de producción.
Los grandes protagonistas de “Los enviados” son Luis Gerardo Méndez, Miguel Ángel Silvestre y Assira Abbate.
Como usted sabe, Luis Gerardo es un genio y Miguel Ángel, un figurón internacional. Juntos, son una de las parejas más sensacionales del medio artístico.
Es maravilloso ver cómo se complementan, cómo se comunican, cómo crean. Son Don Quijote y Sancho Panza, El gordo y el flaco, R2-D2 y C-3PO. En serio, da gusto verlos trabajar.
Assira fue mi ahijada cuando apadriné una de las placas de su obra “Acá en la Tierra” pero es, verdaderamente, una de las mejores actrices de su generación y ahora está desatada.
Ya no sólo habla español e italiano. ¡No! Ahora habla francés, empatiza con los niños y trae un tema de comunicación no verbal mil veces más estudiado. ¡Está más gruesa que nunca!
Imagínese, por favor, la suma de estos tres talentos con personajes más sólidos. No le quiero contar detalles para no arruinarle la experiencia, pero es como elevar a “Sherlock Holmes” a la ene potencia.
¿Qué pasa con el guion? Algo muy interesante. Ya no es tan “sobrenatural” pero, ¡fíjese lo que es la vida!, ahora, sin ser panfletario, se mete con los grandes temas del momento.
Si no son los feminicidios, es la gentrificación. Si no es el empoderamiento femenino, es la infodemia.
En la temporada dos de “Los enviados” no sólo estamos hablando de suspenso y terror a la mexicana. Ahora estamos de actualidad y eso es muy rico. No lo hace nadie y menos, sin traicionarse.
¿Pero sabe qué es lo más delicioso de todo? Que este terror a la mexicana ya no se desarrolla en locaciones nacionales sino en algunos de los rincones más hermosos de Galicia, en España.
El resultado es una bomba porque están: esa historia plagada de revelaciones, las mejores actrices y los mejores actores de allá y de acá, y una cinematografía increíble.
Le recuerdo que el director de todo esto es el inmenso Juan José Campanella, “humilde” ganador del Oscar por “El secreto de sus ojos”.
Para no hacerle el cuento largo, la temporada dos de “Los enviados” supera a la primera (que era magnífica) y yo tendría que ser un monstruo de egoísmo para no recomendársela.
¿Cuál es la nota? Que hoy jueves 7 de noviembre ya está disponible en Paramount+.
Luche con todas sus fuerzas por disfrutar de este prodigioso espectáculo y, si puede, mírelo en familia como Los Cueva (es para adolescentes y adultos). Le va a gustar. De veras que sí.