
Poesía. “Pinocho”, la película de Guillermo del Toro que se estrena hoy en Netflix, es eso: poesía.
Quiero que me prometa que la vea a ver, que la va a apreciar, que se va a entregar a ella.
No es la historia de Disney. No es la historia clásica. Es un ejercicio de reinvención que viene mucho al caso con varias de las más importantes corrientes ideológicas de la actualidad.
Aquí no estamos hablando de una revisión histórica. Estamos hablando de una revisión de nuestro imaginario colectivo.
Lo interesante es que Guillermo del Toro, en vez de caer en los lugares comunes llenando aquello de afrodescendientes, de personas de la comunidad LGBT y de mil y un recursos que en lugar de unirnos, nos separan, elevó el nivel.
Hizo de “Pinocho” un canto a la vida, una oda al amor eterno que existe entre padres e hijos, una balada al amor propio, un vals a la congruencia.
No es casualidad que le esté mencionando puros nombres vinculados a la música. El “Pinocho” de Guillermo del Toro es una película musical porque está llena de canciones, pero también por la cadencia que uno percibe a lo largo de sus magistrales secuencias animadas.
No estamos hablando de un filme hecho con dibujos computarizados. Ni siquiera de una cinta pintada a mano.
Esto es animación con figuras que se mueve milimétricamente, cuadro por cuadro, hasta lograr el efecto de movimiento como en algunos de los más grandes clásicos de la animación de antes.
A mí me recuerda a “El extraño mundo de Jack”, a mi muy amado “Rodolfo el Reno” de 1964.
Hacer esto, hoy, no sólo es un triunfo artístico. Considerando el tipo de personaje y la clase de historia de la que estamos hablando, hacerla así le da verdad, la convierte en un “Pinocho” real.
Para no hacerle el cuento largo, “Pinocho” de Guillermo del Toro es el mejor “Pinocho” de todos los tiempos.
Los primeros que se deben sentir orgullosos son los italianos porque este genio de la cinematografía universal le está haciendo uno de los más hermosos homenajes a esta pieza fundamental de la cultura italiana.
Después, los más felices tenemos que ser los mexicanos y muy específicamente la gente de Jalisco porque muchas mujeres y muchos hombres de ese prodigioso estado hicieron posible, con su profesionalismo y talento, que esta obra maestra se pudiera convertir en realidad.
Y por último, los más realizados tienen que ser mis muy queridos amigos de Netflix porque si no hubiera sido por ellos quién sabe si esto se hubiera podido haber hecho así, sublime.
Quiero aprovechar este punto para felicitar públicamente a todas las personas que trabajan en The Jim Henson Company. Ellos también pusieron su granito de arena en esta aventura, he visto cómo trabajan y estoy convencido de que hicieron esto con todo su amor.
El amor, ese elemento que ya casi nadie menciona cuando habla de cine o de series, se siente aquí desde la primera toma y es casi imposible no llorar cuando uno está mirando esto porque, se lo juro, es una película que toca el alma.
¿Hace cuánto que una película no le toca a usted el alma? Me parece hermoso que “Pinocho” sea capaz de esto y más llevándonos de Cristo a la guerra, de “Frankenstein” a Cri-Cri, del agua al fuego y de la vida a la muerte.
¿Ahora entiende cuando le digo que es poesía? ¡Bendito seas, Guillermo del Toro! Luche con todas sus fuerzas por ver esta maravilla ya, ya, pero ya. Le va a gustar. De veras que sí.
Álvaro Cueva