Manejo mi auto por una calle del centro de Monterrey. Activo las luces intermitentes para avisar que voy a detenerme, paro en la esquina y baja del auto mi acompañante, pero al instante recibo un molesto pitido de un auto atrás de mí. Se trata de un taxi y a su chofer le molestó que hiciera una parada. Me saca la vuelta, me mira moviendo la cabeza y se retira pitando a manera de mentada. Más adelante sobre la misma calle, el taxista se detiene sorpresivamente sin avisar con sus intermitentes y sube un pasajero. Le regreso el pitido tal como él lo hizo. Le saco la vuelta y lo veo fijamente… “¡Yo estoy trabajando!, ¡me estoy ganando el taco!”, grita tratando de justificar que no sabe manejar.
¿Estos son los profesionales del volante en Monterrey? Es de risa loca cuando la autoridad dice que los taxistas están certificados para manejar y dar un servicio, y los choferes de Uber o DiDi no.
Usted, amigo lector, si es usuario de taxis y aplicaciones como Uber, seguramente estará de acuerdo conmigo: ningún argumento contra las aplicaciones de movilidad tiene sentido.
Se ha dicho que los choferes no saben manejar porque no están certificados, ¿los taxistas sí? Es mentira. Dicen que es competencia desleal porque no tienen concesión, ¿Desleal es que Uber cobra más barato, con mejores autos, clima y certeza de lo que se paga? En cambio los taxistas andan en Tsuru, sin clima y con taxímetro alterado. Eso es desleal para el usuario.
¿Por qué el gobierno quiere acabar con una buena idea de movilidad, acaso no piensan en los usuarios? Este asunto, estimado lector, es sospechoso, turbio y amañado.
Las concesiones de taxis siempre fueron premios y pagos de los gobernantes en turno. Podemos recordar el caso reciente del presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, que declaró como 110 juegos de placas de su propiedad, pero resultó dueño de 18 taxis en Monterrey, ¿y las otras placas?
En fin, nada justifica que el también ex director de la Comisión Federal de Electricidad tuviera taxis en Monterrey, excepto un pago por un favor o servicio.
En el 2015 la revista brasileña Veja analizó la resistencia de los países para dejar que opere Uber.
“El caso de Uber es otra demostración de que ciertos modelos de negocios, aunque ofrecen ventajas obvias, generan una enorme resistencia en el mundo. Para mediar esta fuerza que dificulta el progreso, Veja creó el Índice Uber. Con este fin ha cruzado y agregado datos que miden los niveles de burocracia, corrupción e interferencia del estado en 20 países. La conclusión que ha llegado es notable. En los países donde la burocracia es más grande, el gobierno es más corrupto y el estado es más pesado, la reacción a la solicitud, ya sea en forma de protestas o prohibiciones, fue mayor”, detalla el artículo de la revista.
Los países que mayor resistencia mostraron contra Uber son India, China y Brasil, según la revista. Y los que menos oposición presentaron fueron Japón, Nueva Zelanda y Estados Unidos.
Entre las excepciones a la regla se destaca a Alemania, un país que no tiene altos índices de corrupción, pero donde los sindicatos consiguieron la prohibición de la aplicación. Cosa curiosa, el año pasado entró finalmente Uber a Alemania y el ministro del transporte anunció que pronto se liberarán los servicios de taxi, es decir, no habrá más concesiones ni requisitos, la idea es liberarlos para ganar movilidad, es un esquema nuevo.
Ahora que en Monterrey se prepara la Ley de Movilidad sería más que bueno que por fin el Congreso quitara el sistema de taxis, la venta de placas y las concesiones.
Que se liberen los taxis y que todos los que desean trabajar lo hagan para un esquema como el de una aplicación, como Uber, DiDi, Cabify o el que sea, en lugar de restringir las aplicaciones, démosle movilidad a la ciudad y quitemos el esquema de taxis viejo. Así el gobierno ya no podrá premiar con placas y concesiones, ya no habrá tanta corrupción y ganaremos todos en servicio económico y eficiente… o usted, ¿qué opina?