Todavía no termina el encierro ni hemos vencido a la pandemia, pero ya podemos visualizar los problemas que tendremos en muchos sectores de nuestra vida diaria. Y algo que ya está muy claro es que existe una relación muy cerrada entre pandemia y ecología.
La sociedad poscovid, amigo lector, tendrá que enfrentar un problema lleno de contradicciones para organizar la vida en las ciudades y la economía en el mundo, combatiendo además el calentamiento global.
Por una parte la formación de ciudades pobladas es más ecológica porque los ciudadanos necesitan pocos y muy cortos desplazamientos para cubrir sus necesidades. El transporte colectivo es el más amigable con el ambiente porque a bajo costo de impacto ambiental, se trasladan muchas personas.
En economía, la globalización de empresas y la llamada “cadena de valor” han permitido aumentar la producción de los bienes, bajar los costos y llevar empleos a muchísimos lugares del planeta.
Después de la pandemia todo esto deberá cuestionarse o matizarse, porque tendremos que incorporar nuevas reglas de vida anticontagio por un tiempo y seguramente se quedarán en nuestros hábitos para prevenir el impacto de futuros virus. Por ello no deberíamos viajar apretados en un vagón de Metro o camión, y no se recomienda vivir muy cerca los unos de los otros.
También el proceso globalizador y la exportación de bienes debe modificarse para disminuir la dependencia que el mundo tiene de China y para evitar los multitraslados que pueden ayudar a propagar una pandemia.
Pero además hay que ser amigables con el ambiente, porque el calentamiento global puede desatar nuevas pandemias.
En mayo de 2017, el divulgador científico Jasmin Fox-Skelly publicó en la BBC de Londres un artículo titulado Los peligros de las enfermedades ocultas bajo el hielo durante miles de años que están despertando, donde detalla cómo un año atrás en un lugar de la tundra siberiana, en el Círculo Polar Ártico, un niño de 12 años murió y al menos 20 personas fueron hospitalizadas después de haber sido infectadas por ántrax.
Se presume que hace más de 75 años murió un reno infectado con la bacteria, su cuerpo congelado quedó atrapado bajo una capa de hielo polar o permafrost, y ahí se quedó hasta que llegó una ola de calor en el verano de 2016. Cuando se descongeló la bacteria salió al ambiente.
El reporte explica que cada vez más el calentamiento global está derritiendo las capas más antiguas de hielo polar. De manera que el hielo mantiene en buen estado virus y microbios, por lo que hay un peligro latente.
“Como consecuencia del derretimiento del permafrost, los vectores de infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver, especialmente cerca de los cementerios donde fueron enterradas las víctimas de estas infecciones”, cita el artículo en un estudio de 2011 de Boris Revich y Marina Podolnaya.
“Por ejemplo, en la década de 1890 hubo una importante epidemia de viruela en Siberia y una ciudad perdió hasta el 40% de su población”, comenta el autor.
Es verdad, dice, que no es posible saber el impacto en el hombre de estos virus y bacterias, pero si el humano no ha estado en contacto con ellos en mucho tiempo, es posible que no tengamos el sistema inmune para enfrentarlos.
Y para ser más realista y enfocarse en lo inmediato, el periodista propone orientarnos en detener el calentamiento global porque los brotes de malaria, dengue y cólera serán más grandes y comunes en el mundo, con el cambio climático.
Comunidad, interacción social, economía, trabajo, transporte, forma de vida, se tendrán que volver a diseñar en las ciudades para estar preparados contra otro ataque viral, pero también para disminuir el calentamiento global, ese que ocasiona un cambio en el clima. El cuidado de la salud y la ecología llegaron con esta pandemia para quedarse… o usted, ¿qué opina?