Política

¿Y si tenemos un humano?

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • ¿Y si tenemos un humano?
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

Durante cierta charla entre compañeros de trabajo, ella, una mujer de la cual se puede decir “madura”, rozando o pasando, nunca lo sabremos, los cuarenta años; él, un adulto en su cuarta década y divorciado hace más de diez años.

De pronto salió a flote el anhelo frustrado de ella de tener descendencia, “me gustaría tener un hijo”.

A bote pronto, como suelen ser las charlas de oficina en la que hay que obviar formalidades para no desperdiciar mucho tiempo productivo, él le respondió: “te regalo al mío”.

Ella conocía bien al hijo de su compañero de trabajo, porque en más de una ocasión llegaron a bromear sobre el olfato que éste tenía para llegar a la oficina justo en el momento en que los sobres de dinero con la paga se empezaban a liberar cada quincena.

“No, hubiera querido tener un bebé”. Corrigió la compañera laboral, avisando así que quizá sus condiciones biológicas ya no eran la idóneas.

Me hubiera gustado llevarlo en el vientre, tener la emoción por conocerlo, cargarlo, bañarlo, comprarle ropita, le dijo acurrucando su vientre vacío. Sí, insistió él, pero pronto crecen. Tendrá que ir a la escuela en lo que menos lo piensas, y cuando apenas estás sentándote a ver tu serie favorita voltearás y ya estará en la universidad. Por eso, te doy el mío.

Con esta respuesta, diría la narrativa de la actualidad, nada empática, pero realista al grado que pocos pueden soportar, ella volvió su cara maternal ficticia a los papeles que tenía que ordenar, para tratar de ocultar su enfado.

Y es que sí. La mayoría de las personas, por no decir que todas, que contemplan en su plan de vida formar una familia, de lo que hablan es de tener un bebé.

Claro, se debe tener descendencia a condición de que la familia sea considerada como tal una familia y no una mera sociedad de convivencia.

Para tener hijos hay que tener bebés, desde luego. Sin embargo, las fantasías se agotan y se coagulan en ese punto inicial de la vida.

Quizá lo correcto sea preguntarse entre parejas: “¿y si tenemos un humano?”. Decirlo en voz alta, entre dos personas adultas puede que no suene tan sublime como el “tengamos un bebé”. En este punto se podrá argumentar que cuando se piensa en tener hijos se proyecta su vida futura, como adultos, incluso hasta que convierta en abuelos a la pareja.

Sí, pero indudablemente se fantasean todas estas etapas con la figura del infante a cuestas. In-fante, nunca mejor pensado, como aquel ser que no habla. Pueden incluso ser como los hijos legítimos del Rey de España, nacidos después del primogénito, es decir los que no son herederos de la corona, que, a pesar de ser tratados como realeza, no son príncipes o princesas.

Así, los hijos en el imaginario de los padres son unos eternos bebés, unos eternos sin habla, infantes. Pueden ser tratados con todos los mimos, con todos los beneficios, con todo el amor, con todo. Y aun así no son pensados o hablados como los herederos, como aquellos que esperan la muerte del padre para asumir su esplendor y reinar sobre sí y sobre los demás. Es decir, ser soberanos.

No pensarlo así acarrea la mayoría de los problemas que hay entre padres-madres-hijas-hijos. Y por lo cual se hacen las consultas psicológicas. Los primeros siempre querrán que sean sus bebés, y los segundos siempre -a pesar suyo- tendrán que buscar convertirse en humanos, con todo lo que esto implica.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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