Política

Nadie escucha

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • Nadie escucha
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

A propósito de mi anterior colaboración se dio un interesante diálogo con mi editor, quien ubicó a su mono simbólico como la aduana para que este escrito tenga más de dos lectores. Aunque hice referencia al libro de Julio Sanjuán Arias El mono que se enamoró de los símbolos, a él le recordó, por la trama, a la columna de Leticia Martín en el diario argentino Perfil, en el que la escritora denunció medio año sin paga.

Lo interesante es que desde el título de su colaboración Nadie lee nada Leticia elaboró una profecía autocumplida. Mostraría que hoy nadie lee, ni siquiera los responsables de que sus pensamientos salgan de la sala de partos. Lo logró.

Su columna salió en la edición impresa y también en la digital. Hasta que alguien sí leyó y la patologizó, es decir: la volvió viral. Y como hoy no importa si se denuncia, sino que se vuelva un tema de boca en boca, los editores web decidieron que era mejor sacarla de la red, para evitar que leyeran lo que ya alguien había leído.

O quizá, a pesar de todo el escándalo, nadie haya leído su columna todavía. Porque leer no se trata de views, alcance o reposteo. Leer se trata de salir herido, afectado, dañado, en el más amplio sentido de las palabras aquí usadas y otras que pudieran parecérseles. Para que, con ese dolor en el alma, el que ha leído intente hacer algo, algo diferente.

Por eso es por lo que efectivamente nadie lee nada.

Le dije a mi editor que efectivamente nadie lee nada. Pero que quizá lo peor es que nadie escucha nada. Digo que es peor, porque leer sería una actividad que no es para todos. Habrá miles si no es que millones, que aprendieron a leer obligados, no porque quisieran, sino porque deberían. Pero escuchar, se supone que eso lo hacemos para estar vinculados, para ser humanos.

Ya no le conté, pero hace ya muchos años (unos diez, ¿son muchos, son pocos?), mientras daba una clase ante universitarios noté que nadie prestaba atención, nadie prestaba oído como decían los viejos. Era una tarde de otoño ardiente, como los que últimamente nos receta eso que llaman cambio climático, cuando caí en la cuenta de que no era el día de la semana, no era la hora en la que estaba parado frente al grupo.

Tampoco era ese mono que habita en nuestros cerebros y que como tal se comporta saltando de un pensamiento a otro con singularidad facilidad, y que hace casi imposible que podamos concentrarnos en algo, al menos no por periodos prolongados. Eran ellos. No estaban escuchando.

Así que decidí hacer un experimento que es lo más antipedagógico del mundo. Recordé en ese momento al Ulises de James Joyce y dejé que mi mono se conectara con la lengua y como en sesión de análisis un pensamiento me llevó a otro y a otro, como en un tren de significantes. Me dejaron hablar así, cinco, diez, ¿veinte minutos? ¿Fue mucho, fue poco? ¿Dudas hasta aquí? Pregunté a manera de finalizar la clase, nadie dijo nada. Solo menearon la cabeza y entendí que decían que no. No tenían dudas porque ninguno escuchó nada. Les daba exactamente lo mismo si su profesor había sufrido un brote psicótico o estaba dando la clase de lo más normal.

Nadie escucha nada, porque a nadie le interesa conocer qué pasa más allá de su mono que salta de liana en liana. Por eso son tan fascinantes las redes sociales, a las que recurrimos una y otra vez, esas sí que nos dicen que lo verdaderamente importante es nuestro pensamiento. Lo demás que se calle.

Así, en este mundo en donde nadie escucha nada, escuchar es subversivo, como lo hacemos los analistas, que nos sentamos en nuestro sofá y escuchamos al otro, solo con la certeza de que es otro.


Mored- Nadie oye
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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