La escena parecía salida de una película de narcos mal escrita: millones de pesos en efectivo, 48 vehículos, tractocamiones, armas largas, animales exóticos como cachorros de león y de jaguar. Pero no era ficción. Era el saldo de un operativo real, ejecutado tras seis meses de trabajo en el centro del país, y que culminó con 32 detenidos —entre ellos, los principales líderes de una red criminal dedicada desde 2015 al robo de hidrocarburos.
¿Quién, si no el Estado, puede tocar algo así sin temblar? La pregunta es legítima, porque la historia del huachicol siempre ha estado marcada por silencios incómodos. Mientras en algunos rincones se justificaba como “única fuente de empleo”, en otros simplemente se toleraba desde altas estructuras.
El problema no es nuevo. Pero su complejidad se ha hecho más evidente con el tiempo. Se trata de un delito que requiere logística, cobertura territorial, protección y rutas comerciales clandestinas. No es solo alguien perforando un ducto: es todo un sistema.
Por lo que este golpe no fue fortuito ni aislado. Atrás hay meses de trabajo, coordinación entre estados y un mensaje que vale más que cualquier decomiso: el Estado sigue aquí, y no está dispuesto a solapar más redes que saquen sangre de los ductos de Pemex.
Desde Hidalgo, el combate al huachicol presenta avances sin precedentes. Sin aspavientos, sin titulares exagerados, el gobierno encabezado por Julio Menchaca Salazar ha entendido que no es solo una tarea de seguridad, sino también de confianza pública.
El operativo coordinado entre autoridades federales y estatales desmanteló totalmente una red criminal y expuso con claridad la capacidad institucional que se activa cuando hay decisión política y coordinación real.
La pregunta que queda ahora es: después del ducto, ¿qué? Porque este delito no empieza ni termina con el robo. Hay también quienes compran, almacenan, mezclan y venden ese combustible. La Fiscalía General de la República ya ha asegurado que investiga esa otra mitad del rompecabezas.
La historia del huachicol en México es larga, y la bestia aún se mueve. Solo que ahora, hay quienes están dispuestos a combatirla de frente.