Política

Morena: el muégano y los cuatreros

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Comparar a Morena con el perredismo es útil, pero cuando se hace fuera de contexto resulta engañoso. Cierto, ambos surgieron como confederaciones de tribus unificadas bajo liderazgos caudillistas y luego, tras la salida de sus adalides, perdieron cohesión por sus pleitos internos. Sin embargo, el vaticinio opositor de que el morenismo se romperá sin el tutelaje de López Obrador soslaya el hecho de que el PRD fue siempre un partido de oposición y Morena ya llegó a la Presidencia de la República. La diferencia es relevante: los muéganos no se deshacen mientras tienen miel.

Si bien hay, a no dudarlo, una refriega al interior de la 4T, sus ideólogos externos se equivocan al pensar que se trata de una batalla entre principistas limpios y pragmáticos sucios (“cuatroteros” y “cuatreros”, les llamaré). Esta lectura tampoco resiste un soplo de contextualización. ¿Cuál es el bando de los idealistas? Ciertamente no es el obradorismo, puesto que fue el mismo AMLO quien instauró el reclutamiento de corruptos útiles, y tampoco lo puede ser el aún inexistente sheinbaumismo. La disputa en la 4T no es ideológica ni ética: es una descarnada lucha de poder por las candidaturas y por la sucesión de 2030 cuya ferocidad explican dos razones: 1) ser candidato(a) morenista es tener altas probabilidades de triunfo, y 2) la sala de control del partido está desocupada. AMLO es una figura máxima invisible (santo que no es visto no es adorado, al menos no indefinidamente) y Sheinbaum no ha asumido el mando. Se supone que volverá a ser una encuesta la que defina la candidatura presidencial de Morena, pero los encuestados en 2024 sabían a quién quería el líder y hacia allá se inclinaron; ¿habrá en 2030 un liderazgo con esa influencia decisiva?

El repudio a los cuatreros crece con su impunidad. No solo a quienes hacen viajes dispendiosos y no disimulan su riqueza (el dictum de Monsiváis de que la verdadera doctrina de la derecha es la hipocresía, por cierto, hoy le queda mejor a la “izquierda”) sino sobre todo a quienes tienen vínculos con el crimen organizado. La fuerza centrípeta, con todo, es por ahora mayor que la centrífuga, porque entre los morenistas puede más el deseo de ser poderosos que el de ser limpios. A todos les conviene mantener unido a Morena para conservar el gobierno de México y sus enormes beneficios, y los cuatroteros que esgrimen el idealismo de la 4T prefieren tragarse los sapos corruptos a “entregarle el país a la derecha”. Este discurso purista, paradójicamente, acaba justificando las más inmorales impurezas.

La miel del poder es un potente adhesivo. Aunque el muégano se resecará y el tribalismo lo resquebrajará, la triste realidad es que el desgaste llevará tiempo. Por ello le sugiero a la oposición no apostar a la ruptura del morenismo ni disponerse a cachar sus deserciones, sino esforzarse por convencer a la mayoría social que hoy sostiene al régimen de que se ha logrado reducir la pobreza pero se ha fracasado estrepitosamente en combatir la corrupción y la violencia, y persuadirla de que la justicia social no se sostiene sin crecimiento económico y menos sobre cimientos autocráticos y criminales.


PD: Mi solidaridad con Héctor de Mauleón, Laisha, Karla Estrella y todas las víctimas del Ministerio Electoral de la Verdad.


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Agustín Basave
  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
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