Tiendita

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  • Editorial Milenio

Un amigo fue a una tiendita de conveniencia, de esas que hay en todas partes. Ahí una señorita le ofreció una promoción que consistía en comprar una cajetilla de cigarros y de regalo dos encendedores. Se cuestiona el hecho de que a estas alturas sigan promocionando cigarrillos. La chica que lo atendió, joven y muy bella, no entiende el sitio donde trabaja ni lo que hace. "Ese lugar es un purgatorio", dice. "Hay cosas verdaderamente perversas en ese lugar", remató. De acuerdo con eso.

Las tiendas de conveniencia presentan un problema sociológico. Vinieron a sustituir a las tienditas y changarros de barrio. Esto conlleva un proceso interesante; las tienditas vendían productos industrializados, sí, pero también favorecían la venta de productos locales hechos por vecinos. Casos hay muchos, ni por dónde empezar. La tienda de conveniencia vino a estandarizar la manera de comer, de comprar, de beber. Ya no se ve reflejada la economía familiar y peor: la manifestación cultural que implica. Si bien la tiendita de barrio era un fenómeno más o menos irregular, poseía una anatomía única que embonaba perfecto con la demografía local, la representaba.

En un caso cerca de mi casa, había una tiendita donde vendían pan dulce, dulces artesanales, un chorizo de una señora de Zacatecas, miel de la carretera, chiles y tortillas hechas a mano entre otras cosas. Un día fue comprada por una empresa que eventualmente puso una tienda en forma. La tienda nueva vende cosas absurdas que se pueden englobar en tres categorías: productos artificialmente saborizados y saturados de sal, otros de azúcar y el dueto inseparable de alcohol y tabaco. También venden pan, huevo y latería, pero eso entra como un remanente de aquellas tiendas de antes. Las tiendas de conveniencia están alienadas del entorno en el que están ubicadas; son auténticas franquicias que ignoran la identidad de los barrios, de la gente. Pienso que esas tiendas deberían regresar a ese esquema original; estimular la producción de consumibles hechos en casa y promover una cocina saludable que contenga o limite la venta de productos que tengan estos excesos que ya apunté.

Para ello hablamos de un cambio en el modelo de negocio que tenga una repercusión social, y eso no es posible con la estructura de franquicias que tenemos hoy en día. Yo digo que sí se puede, cuestión de sentarse a pensar bien el esquema y echarlo a andar. Por lo pronto, esos lugares son, como bien dice mi amigo, sitios perversos que intentan homogeneizar nuestra manera de comprar y consumir. Actúan como catalizadores para consumir productos cuyo desbalance nutricional y consumo excesivo ocasionan problemas graves de salud. Hay que ser selectivos.

Las tiendas de conveniencia son una especie de tumor social, un lugar siniestro; hay que extirparlo. ¿Cómo? Educando a la gente a que no compre pendejadas y cosas nocivas. El problema es que estamos tan embebidos en la cultura de consumo de marcas que eso va a llevar décadas corregirlo. Vuelvo a decirlo: una tienda de barrio bien pensada puede cambiar nuestras costumbres y percepción de las cosas.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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