Cultura

El huevón y el estúpido

Vengo de una familia de ganaderos y de mi papá, que era un industrial. Si algo aprendí de esta herencia es a trabajar. Y algo más importante: a administrar. De nada sirve tener bienes y dinero si los pierdes por falta de administración y sentido común.

Este año mi papá cumpliría 100 años. Yo soy el menor de la familia, con 54, mi hermana la mayor tiene 70 y el mayor de mis sobrinos, 46. Tres generaciones. Se dice que el proceso es el siguiente: el abuelo trabaja, los hijos huevonean y se gastan el dinero y los nietos lapidan lo que queda de la herencia. Hay algo de eso.

Conocí a algunos hijos y nietos de empresarios que estaban en esa misma situación: sus padres o abuelos hicieron muchísimo dinero y hoy tienen poco o nada de esas fortunas. Otros fueron más inteligentes y vendieron esas herencias de manera exponencial (los negocios cambian de manos). Y otros más invirtieron, estudiaron cuidadosamente el mercado e hicieron crecer lo que recibieron de sus padres y abuelos. Pero estos casos no son la regla, me temo. Por alguna razón, ser pendejo y huevón es lo común. Lo entiendo; ya quisiera estar todo el día tumbado en la cama rascándome la bolsa seminal, bebiendo alcohol y viendo tontísimas y olvidables series en plataformas digitales.

Lo más triste es que los abuelos no vivieron para ver cómo sus descendientes destruían no su trabajo, su legado –ese persiste–, sino los bienes generados por el mismo.

Imagine a un flojo que además es pendejo. Lo que ocurre entonces es una explosión nuclear que termina con todo. En ese escenario lo mejor es correr lo más lejos posible y refugiarse.

El problema de fondo es la educación. Coño, si tienes el dinero para educar a tus hijos y nietos, pues hazlo. Me refiero no solo a una educación universitaria, sino a enseñarles a trabajar, a administrar y a vivir la vida de manera congruente. Mire, no vengo a decirle a nadie cómo gastar o invertir su dinero, solo a intentar meter un poco de sentido común en esas cabezas duras e impenetrables. Porque esto es ya un tema filosófico, ¿cómo debemos vivir? ¿Qué debemos buscar en la vida? ¿Debemos darle un sentido o encontrarlo? Son preguntas y cuestiones que hay que abordar. Y lo primero que hay que refutar es que el objeto de vivir es hacer dinero. Habrase oído semejante pendejada. Y no se trata de vivir jodidos, no, pero el dinero es solo un artilugio que nos permite vivir con comodidades y lujos, nos da para educarnos, para viajar y para no andar con el Jesús en la boca por pagar cuentas pendientes. Pero tampoco vengo aquí a filosofar.

Vuelvo a lo de la educación, que me parece fundamental. Hay que enseñarles a nuestros herederos que hay algo mucho más trascendente que el dinero. Ellos deben aprender a disfrutar la vida en otros términos. De eso hablaremos otro día.

Mire, trabajamos no solo para sobrevivir, sino para construir, para abrir nuevos caminos, para mantener lo que otros construyeron, para honrar a quienes trabajan para nosotros o con nosotros, y para tener dignidad y disciplina. Ah, y para darles un buen ejemplo y un jalón de orejas a los huevones. Porque la actitud no es “para qué trabajar si ya tengo el dinero”, sino “ponte a jalar, pinche huevón”. Esa última premisa puede sonar un poco ruda pero es acertada, apropiada y necesaria.

De los pendejos no hay nada que hacer aquí: eso ni se quita ni se endereza.


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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