Uno va por la vida acumulando experiencia, observando, dándose cuenta de cosas. Y es importante ir anotando todo aquello que nos es relevante o por lo menos que nos haya llamado la atención, por el motivo que sea. Hoy le comparto una de esas cosas.
Cierto amigo se fue poco a poco alejando de su grupo original de amigos y pronto descubrió a otros cuates con los cuales hizo amistad inmediata. Años de no verlo y un día me lo encontré en el súper; lucía medio desvelado, hablaba de otra manera y no parecía importarle mucho el encuentro. Luego me enteré que aquel grupo de amigos nuevos eran particularmente desordenados, banales, valemadristas, fiesteros perpetuos y con problemas de actitud. Y nuestro amigo terminó comportándose –siendo– como ellos. Y no era así.
Hay una observación que he hecho desde hace años y que revela lo siguiente: si te juntas con pendejos, te vuelves uno de ellos. No es que lo seas, sino que tu cerebro se adapta al grupo en el que estás. Y esto porque somos gregarios y así es nuestro comportamiento. Aprendemos copiando, imitando. Asimilamos para integrarnos. Pero también copiamos y confiamos en otros porque tenemos confianza en que hacen lo correcto; tal es el caso con los políticos, los líderes religiosos, los motivadores y los que hablan mucho (todos ellos charlatanes, mentirosos y manipuladores, por cierto). Pienso que dejamos que esos charlatanes hagan lo que quieran por dos motivos: por pereza o porque no tenemos el mecanismo popular para monitorearlos, supervisarlos y actuar contra ellos.
El punto es que nuestro amigo decidió integrarse a este grupo de personas con características específicas, la razón no la sé y no me importa, pues no soy su psiquiatra. Pero me queda claro que lo que dice el dicho de “dime con quién te juntas y te diré quién eres”, es bien cierto.
Otro amigo me comentaba que buena parte de su razón de éxito era porque se había casado con una mujer chingona. Y eso tiene mucho sentido; conozco gente que se ha dejado envolver y abatir por las conductas perniciosas, patológicas y autodestructivas de sus parejas. Pues no todos tienen la capacidad emocional, el temple, el carácter, para confrontar estas situaciones y salir adelante. Muchos salen lastimados. Pero la cosa es darse cuenta de con quién carajos te juntas, con qué tipo de personas estás pasando tu tiempo, si esa agenda te trae cosas buenas o malas y si eso es lo que verdaderamente quieres. Yo creo que mucha gente ni se da cuenta ni se molesta en preguntarse tales cosas. Lo cierto es que el día en que te das cuenta de ello y decides cambiar de ambiente, las cosas comienzan a cambiar casi inmediatamente.
Tengo amigos de todo tipo: tontos, superficiales, rebeldes, inteligentes, deschavetados, trabajadores, soñadores, fanáticos, ingobernables y alucinados, pero he aprendido a dosificar correctamente mi tiempo con ellos. Procuro pasar más tiempo con personas con las cuales comparto más cosas en común, con quienes me siento a gusto y puedo conversar sobre lo que he leído, las películas que he visto y sobre mi opinión de las cosas. Pero también con aquellos con quienes se puede echar trago y pasar un buen rato sin tener que conversar, solo decir boberías, contar malos chistes y dejarse envolver por la circunstancia. Ah, y no me interesa que me entiendan, comprendan o que estén de acuerdo conmigo: no necesito ni psicólogos ni motivadores en mis relaciones sociales.
Pero es como le digo: si pasa mucho tiempo juntándose con un grupo específico de personas y haciendo lo que ellos hacen y pensando de la manera en que piensan, se va a mimetizar con ellos y luego de un tiempo será como ellos. Sobre aviso no hay engaño. Usted decide si eso le conviene o no.
Al final, le voy a confiar algo importante: el mejor grupo en el que he estado es uno en donde solo hay una persona: yo.
Y nunca la he pasado mejor que con ese tipo.