Política

Make love, not war

El periódico The New York Times, reveló que aliados del ex presidente Donald Trump, impulsan la iniciativa para que en caso de que llegue de nuevo a ocupar el Salón Oval, ordene la reanudación del programa de ensayos de armas nucleares mediante detonaciones subterráneas.

El poder de destrucción de las armas nucleares es inmenso. El 6 de agosto de 1945, el mundo se estremeció de dolor y de pavor, cuando desde el bombardero Enola Gray se lanzo la bomba Little boy de 16 kilotones, mientras otro bombardero, el Bockscar, arrojaba la otra bomba, la Fat Man con una potencia destructiva de 21 kilotones.

Eso fue lo que llevó a la conclusión de la segunda guerra mundial, pues los japoneses seguían en pie de guerra no obstante que el 7 de mayo de 1945, el General Alfred Jodl, Jefe del Estado Mayor del Alto Mando de las Fuerzas Armadas Alemanas, había firmado en Reims, Francia, el acta de rendición incondicional de la Alemania nacionalsocialista ante las fuerzas aliadas. Japón no tuvo más remedio que rendirse ante el uso de las armas atómicas.

El primer ensayo atómico se realizó en el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, el 6 de julio de 1945 y tenía el propósito de servir de experimento para el uso de la bomba atómica en contra del ejército alemán, pero ante la rendición de los nazis, y la subsistencia del estado de guerra con Japón, misma que se había iniciado después del ataque a Pearl Harbor por parte de la armada Japonesa el 8 de diciembre de 1941, llevó a la gran decisión del presidente Harry S. Truman de arrojar las bombas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki aquél infausto 6 de agosto.

Esas dos bombas nucleares, cargadas de Uranio 235 y Plutorio 239, acabaron de una vez por todas con la guerra, haciendo polvo dos ciudades acabando con la vida de cientos de miles de víctimas inocentes, y otros más con secuelas. Así se concretaba el Proyecto Manhattan, desarrollado por Niels Böhr, Robert Oppenheimer y Enrico Fermi.

Volver a impulsar el proyecto de ensayos nucleares, subterráneos en el Pacífico, en la Polinesia Francesa, en el retrete atómico, como se le conoce a la isla de Mururoa, un reducto colonial francés en la Polinesia, que experimentó en el año de 1995 las pruebas nucleares galas, con bombas 200 veces mas potentes que las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki.

De nuevo hacer ensayos en Alamogordo, en el Pacífico Central o en el suoriental, o donde sea, es inconcebible y refleja una profunda insensibilidad y de deshumanización.

Existe un Tratado de proscripción de las armas nucleares, el Tratado de Tlaltelolco, idea de Alfonso García Robles, Ministro de Relaciones Exteriores de México, Premio Nobel de la Paz de 1982, pero no creo que resulte contrapeso cuando las intenciones son mostrar el poderío nuclear mediante la reanudación de los ensayos.

Reiniciar la carrera armamentista podría ser el desacierto más grande que cometiera una nueva administración Trump, un acto contra pacem. El mundo quiere la paz, no la guerra; no puede quedar sometido nuestro futuro a la decisión de una minoría.

Rotundo no a la reanudación de los ensayos nucleares. “Make love, not war” como decía el gran John Lennon.


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Abel Campirano
  • Abel Campirano
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