Política

En la búsqueda del sexagésimo octavo

Quedan pocos días antes de quedar desvelado el misterio de quienes serán competidores para la próxima sucesión presidencial. El presidente se encargó de abrir hace casi un par de años la carrera por la candidatura en su partido, apresurando tiempos y poniendo presión a sus correligionarios en tanto que los que ahora forman parte de la oposición, se aprestan a colocar la bandera de su contendiente.

Se ha especulado mucho con la posibilidad de que sean dos mujeres, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, quienes ocupen el principal sitio en la disputa por el voto, lo cual no es remoto, aunque no faltan las sorpresas.

El partido de color naranja se la ha pasado en devaneos, coqueteos y rechazos, y ha perdido un tiempo precioso y un capital político enorme por su indefinición. Y si finalmente se decide por la postulación de Samuel García o por Donaldo Colosio Rojas, estará quemando un cartucho que tal vez le sería mucho más efectivo en las elecciones del 2030.

El tiempo pondrá las cosas en su lugar; sea quien sea el candidato de uno y otro frente, el electorado tendrá que abrir bien los ojos, ajustar bien sus antenas para recibir y percibir mensajes e intenciones.

Por lo regular las campañas electorales son sucias. Hace poco inicié la lectura de una obra muy interesante. Se trata de la correspondencia de Marco Tulio Cicerón con su hermano Quinto, publicada por la Alianza Editorial en su serie Clásicos de Grecia y Roma.

Tiene un particular interés, porque allí se describe con claridad, el modus operandi de los políticos Romanos y estamos hablando de una época situada entre los años 106 A.C. y el 43 D.C. en que se fija el fallecimiento de éste político, filósofo, abogado y brillante orador romano.

La obra contiene un breve manual de campaña electoral en el que se describe con meridiana claridad el mismo comportamiento de los políticos de hoy: campañas llenas de promesas, pero también plagadas de descalificaciones, diatribas. En esa suerte de máximas, existe una que me llamó la atención: “Un buen candidato es mucho más importante que una buena persona, porque frente al idealismo y los escrúpulos filosóficos, Quinto recomienda el pragmatismo que consiste en saber disimular y saber fingir”.

Este truco es el que finalmente define a un buen político, la táctica de la verdad oculta detrás del acto simulado para captar la voluntad del elector.

Aquí es donde los ciudadanos tendremos que poner mayor atención; los partidos se deben afanar por tener un buen candidato en tanto que los electores debemos preocuparnos porque una buena persona llegue a ocupar la silla presidencial y eso se podrá dilucidar fácilmente con la conducta que se ha observado hasta ahora de todos los pretendientes de la codiciada futura desposada que es la presidencia que en 2024 tendrá su sexagésimo octavo titular.


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Abel Campirano
  • Abel Campirano
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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