Parece una quimera pero soñar no cuesta nada. Las campañas electorales se han caracterizado a lo largo de los años por ser guerras de lodo, de desacreditación, de descalificaciones, de decirle al elector porqué no debe votar por el otro candidato en lugar de ofrecerle razones para que el sufragio venga a favor del que lo solicita.
Aun no inician oficialmente las campañas electorales en nuestro país con vista a los próximos comicios del 2 de junio, y sobre todo los candidatos oficialistas se ocupan de lanzar advertencias a los públicos que les congregan sus organizadores, en el sentido de que piensen si quieren que regresen los conservadores, los corruptos, los saqueadores del país, y si no lo desean, que voten por morena.
Se pierde el objeto de una campaña; por supuesto que el punto toral es el voto, pero este debe obtenerse en buena lid, sin engañar al electorado ni con advertencias falsas, ni tampoco con promesas imposibles de cumplir.
Unos y otros deben ser pulcros en su quehacer, y aunque suene ambicioso, no está por demás señalarlo y solicitarlo por la simple razón de que somos ciudadanos y estamos en todo nuestro derecho de pedirlo, porque además, lo que logran con sus descalificaciones recíprocas es solamente desorientar al electorado y en un clima de hartazgo total, el día de la elección, el votante tome una decisión no razonada o lo que es peor, que se abstenga de acudir a las urnas y el único ganador sea el verdadero enemigo de la democracia, que es el abstencionismo.
Hasta el momento no hemos visto propuestas reales que pudieran incidir en la voluntad ciudadana de otorgar su voto de confianza a determinada candidata o candidato. Las dos contendientes, cada una por su lado han vertido críticas recíprocamente a sus personas, a sus equipos de trabajo. En el caso de la candidata oficialista, recibe las imprecaciones por su origen y patrocinio claramente demostrado; y en el de la opositora también por su origen y su carencia de oficio; lo peor, en forma desleal, el propio presidente de la república ha intervenido en forma ilegal en el proceso, ofendiéndola con calificativos de sobra conocidos y que por respeto a ella no reproduciré aquí.
Esto es precisamente a lo que me refiero, a que no hay campañas aseadas. La marcha del domingo se bautizó como la marcha de la democracia y por supuesto los denuestos, las burlas y las criticas no se han hecho esperar. No somos un pueblo maduro, la democracia está aun en pañales.
Tan burdas son las promesas, que a una de las señoras que compiten por la presidencia le preguntaron cuál sería su propuesta para atacar y resolver el tema de la inseguridad, un tema pendiente y que seguramente este gobierno quedará a deber con un saldo de 190,000 muertos y contando, y salió con la perogrullada de que ella resolvería el problema diseñando una estrategia para resolverlo, y cuando el reportero insistió en que consistiría esa estrategia, la señora respondió con una perla, diciéndole que la estrategia era precisamente eso, diseñar una estrategia. De risa.
Estamos a nada de recibir una andanada de anuncios, spots, jingles, propaganda, publicidad, mantas, pegatinas, pendones y toda suerte de estramancias para que el día de la votación nuestra cabeza vaya pensando en un color partidista o una imagen.
Aquí es donde debemos ser inteligentes y razonar nuestro voto sin esperar que se nos realicen los sueños guajiros y de que tengamos campañas limpias, aunque pedir no cuesta nada, pero como estamos seguros que los candidatos no nos harán caso porque ni nos hacen en el mundo, usted, estimado lector, lectora, que me distingue con el honor de leer este artículo, acuda a las urnas el día de las elecciones, no permita que otros decidan por usted, razone su voto, analice con cuidado las opciones, infórmese, no se deje engañar, pero por favor vote porque así se garantizará la subsistencia de la democracia.
