Por: Octavio Gómez Dantés y Julio Frenk
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La decisión de recentralizar los servicios de salud para la población sin seguridad social mediante la creación del Insabi debilitó implícitamente las tareas de rectoría, ya que los funcionarios de la Secretaría de Salud federal han tenido que ocupar su tiempo de manera creciente en la operación cotidiana de los servicios de salud de primer y segundo nivel, que hasta 2018 era responsabilidad de los Servicios Estatales de Salud. Esto habrá de agudizarse ahora con la decisión de desaparecer la SSID. Las áreas de planeación, evaluación y calidad de la atención a la salud, que habían sufrido recortes presupuestales en los últimos dos años, serán relegadas si no es que eliminadas por completo. Su personal, que ha acumulado valiosas capacidades técnicas, será liquidado en su mayoría. En contra de lo que sucede en los ministerios de salud modernos, las tareas de la Secretaría de Salud se concentrarán exclusivamente en la prestación directa de servicios personales de salud, que quedará en manos del Insabi, y la implementación de campañas verticales de salud pública, que operará la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud, como sucedía en la primera mitad del siglo pasado con la Secretaría de Salubridad y Asistencia.